Diario de un Confinado

Diario de un Confinado 1 de Mayo del 2020

Decía el viejo profesor Aranguren que «la moral se exhibe cuando se está en la oposición y la política cuando se está en el poder».  Lo cual implica que  los que mandan se olvidan de los principios éticos que deberían regir su profesión y los que quieren mandar apelan a ella pero no refiriéndose a sí mismos sino como exigencia y reproche al que intenta gobernar. Apañados vamos con ese personal. Aunque, insisto, a pesar de todo, de las inseguridades, vaguedades improvisadas y cautelas contradictorias del Gobierno, constantemente obstaculizado por las actitudes vergonzantes de violencia crítica y falta de apoyo y cooperación en nuestro espectro político,  Sánchez está haciendo una labor discretamente respetable (al contrario que la poco fiel oposición y algunos más en el mismo seno del poder.

Los envidiados portugueses (en el aspecto político y en el social) han rebajado el estado de excepción a estado «de calamidad». Es justamente el concepto que más se adecúa a la manera en la que los «covidiotas» están actuando en algunas grandes ciudades como Barcelona y Madrid, que comienzan a erigirse en peligrosos focos de contagio mientras el resto del país trata de apaciguar al virus y parece que lo está consiguiendo. Deberíamos ir reflexionando en esa característica y por pura cautela, discreción y sentido común desaconsejar de la manera más ejecutiva posible las oleadas acostumbradas de veraneantes y familiares que – a no ser que se las disuada-  tratarán de olvidar que pueden  -no necesariamente, pero sí entra dentro de lo posible- llevar  en la maleta un visitante no deseado.

Un último reproche a dos de mis particulares bestias negras. Al payaso que rebaja la dignidad de la Casa Blanca, Trump, que junto a su insólito microbio familiar, su yerno, que están presumiendo de lo bien que están gestionando la crisis del Covid. Alucinante. ¿Que pensaran las familias de los más de 60.000 muertos (ni en Vietnam el país perdió a tantos ciudadanos) y el millón de contagiados? El otro, que altera los humores de cualquier persona responsable, es el valleinclanesco dictador brasileño, Bolsonaro, que cuando se le reprocha su absurda actitud ante el virus que al parecer está provocando una mortandad en el gran país (sin datos fiables, hay oscuridad informativa) responde que él es un mesías, de acuerdo, pero que no hace milagros. Si la gente enferma y muere qué va a hacer él. Lo tiene fácil: váyase al exilio. Desaparezca.

Bien, amigos, hasta aquí les he acompañado durante 41 jornadas de confinamiento, día a día, con gran placer por mi parte, a pesar de que las circunstancias no eran felices ni relajadas. He recibido múltiples pruebas de afecto y apoyo, incluso cuando el enojo, la vergüenza ajena y el desaliento me invadían.

Para los que deseen seguir leyendo mis humildes reflexiones, artículos y comentarios les invito a entrar en mi blog

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A los demás, gracias por vuestra atención.

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 30 de Abril del 2020

Desde muy joven he sido un iberista convencido. Creo que Portugal unido a España nos completaría como país. Tenemos mucho que aprender de ellos, de su innata cortesía, de su sencillez y de su honestidad política. Mientras que nuestros políticos siguen dando la nota, desde un Sánchez enrocado en su sillón de líder carismático hasta un Casado  que parece desear tanto como el poder a cualquier precio (justamente lo que mantiene a Sánchez) ser capaz de «darle la puntilla»  a un individuo cuya prepotencia iguala a la suya. Cada uno es la sombra negativa y fratricida del otro. Y así ambos olvidan al Covid y éste les convierte a los dos  en sus mejores aliados para hundir al país. La política errática e indecisa y poco clara del Gobierno en la gestión del Covid, no obstante, está dando algunos resultados apreciables y esto encona aún más la inflexibilidad de uno y la inconsciente agresividad del otro (voluntariamente prefiero ignorar al resto de formaciones políticas: los dos gallitos del corral no les dejan capacidad de juego, incluido Torra, el «marciano» (que sigue actuando como si el Covid lo hubiera inventado su odiada España). 

¿Cuesta tanto apreciar y tomar nota de la actitud y comportamiento político de nuestros vecinos peninsulares? ¿No se perciben los buenos resultados que están dando en la gestión del virus y en la percepción unitaria y coherente que tienen los portugueses de sus dirigentes? El socialista Antonio Costa tomó desde el primer momento una actitud responsable, eficiente, compartida y cooperativa con la población y con el resto del espectro político. El líder de la oposición, el conservador Rui Rio, dejó de lado las diferencias y se puso de inmediato al servicio del Gobierno, por una causa mayor que requería unidad, dejando las críticas para cuando pasara la pandemia. Trabajar conjuntamente, ese era el objetivo. Ni exceso aislado del poder ni socavar al contrario desde una oposición ombliguista. Concordancia. Nada de gobernar a golpe de tentativas y tener que dar marcha atrás o reconsiderar órdenes precipitadas. Nada de ofrecer el lamentable espectáuclo del combate incesante entre un líder ensimismado en su poder y un oponente histérico por hundirle. 

¿Por qué no proponer, cuando salgamos de ésta y suspendamos a los políticos que tenemos, un cambio constitucional al modelo alemán, la  eficaz administración de los «länder» que, en caso de crisis global, se convierte en un Gobierno único con una cabeza y una gestión confederada? Porque, me temo, que si esta crisis no cambia nuestro modelo de vida, vendrán más y peores…y tendremos que gestionarlas. A la espera de un Gobierno mundial, utópico para nuestra especie egoísta, podríamos apañarnos con una Iberia unida en múltiples länder autonómicos pero unidos, no revueltos, con un poder central, en casos de extrema necesidad e interés común. Sin tentaciones dictatoriales ni salvadores de la patria. Velando por el bien común, es decir el bienestar de la ciudadanía.

Diario de un Confinado 29 de Abril del 2020

En el muchas veces agudo y divertido refranero español, fuente deliciosa de la sabiduría popular (y también de la vulgaridad y la chabacanería, que todo hay que decirlo) hay una conseja que nos viene al pelo: «No hay mal que cien años dure, ni cuerpo humano que lo resista». Y eso aunque detrás de la norma salutífera esté un Gobierno como el del señor Sánchez, cauto, prudente y un pelín inflexible. Hay quien sostiene que al pueblo español hay que convencerle con la vara. No estoy de acuerdo. Es lo que se ha hecho casi siempre (y no solo en la España, te guarde Dios, sino en muchos, demasiados países) y no está demostrado que «lo que se hace siempre» sea lo que se debería hacer. Por tanto no entraré en juzgar la pertinencia y justeza del programa de «desescalada» (¿no tenían una palabra mejor?). De alguna manera es entrar en el pegajoso y maloliente juego de la política partidista, cortoplacista y autocomplaciente, que tanto daño hace a este país. Aquello de «un problema global necesita soluciones globales implementadas por la solidaridad, la cooperación y el apoyo conjunto de las fuerzas políticas hasta que se supere el problema» que estoy cansado de repetir a mi humilde escala y otros lo hacen para más amplios escenarios, obtiene igual nulo resultado.

Así que hoy vamos a dejar las especulaciones y comentarios sobre el muy mejorable estado del país y del mundo y vamos a darnos un paseíto, espero que divertido al menos, sobre el refranero español. Sigamos con otro dicho muy oportuno: «Mal es sufrir; pero sufrirlo mal es mayor mal» Una deliciosa cacofonía que avala la Filosofía y la Psicología en masa. Otra conseja que me encanta por lo oportuna es : «Échate a enfermar y verás quién te quiere bien y quién te quiere mal». No  me extenderé en el hecho de que hay una parte de nuestra población que ha comprobado dramáticamente este aserto. Para los «covidiotas» (que aún abundan), les va «La salud no tiene precio y quien la arriesga es un necio». Lo malo es que el que la arriesga con el Covid no sólo es un necio, es un irresponsable que pone en peligro la salud de los otros. El «Más vale salud que dinero» se le podría enviar al señor Trump o a Bolsonaro. Para todos nosotros: «A cualquier dolencia, es remedio la paciencia», «A males nuevos, búscale remedios antes de que se hagan viejos». 

Podemos advertir que «El tiempo todo lo cura, menos vejez y locura» y definir el tiempo de la pandemia con aquella frase sabia «Enfermedad no es maldición, pero indica nuestra condición». De aquellas alegrías imprudentes neoliberales de los recortes en sanidad viene la brutal marejada de muertes y contagios en España. «Con la salud no se juega», ya que «La salud se pierde fácilmente y se recupera con dificultad». Y para reforzar nuestra resistencia, «No nos envíe Dios tantos males como podamos sufrir» o «Quien tiene dolencia, abra la  bolsa y tenga paciencia». O, «Recobrar la salud y sostener el fuero, no se hace sin dinero».

En fin, no pasemos por aquello que dicen los clásicos, «Hombre refranero, pocas palabras y más quiero que puedo». Creo que fueron los inmortales y añorados Tip y Coll los que se despedían en sus programas de la tele diciendo «Y mañana hablaremos del Gobierno». Cosa que en tiempos de la dictadura era poco aconsejable. Por eso al día siguiente hablaban de otras cosas y al final del programa repetían «Y mañana hablaremos del Gobierno». En una democracia, en ésta concretamente, eso es un deporte nacional que se extiende equitativamente a la oposición y a los francotiradores que cobran sueldo público y buscan el derrumbe total. Así que «Y mañana hablaremos del Gobierno y la cuadrilla».

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 28 de Abril del 2020

Los plumíferos y articulistas, que estamos tan profundamente ocupados en estos tiempos desabridos, tenemos algunos autores-muletillas en los que nos apoyamos (a veces sin estar seguros de que la frase es de ellos realmente: la tradición hace que muchas citas de personajes históricos o grandes autores sean en realidad de otros autores, más humildes o anónimos). Uno de ellos es Churchill, quizá por el paralelismo de la situación bélica en la II GM con la actual, sitiados y diezmados globalmente por un virus, con la economía en la UCI. Una de las frases que supuestamente dijo el orondo y enérgico primer ministro británico (premio Nobel de literatura, por cierto) fue: «Esto no es el final, ni tan solo el principio del final; pero tal vez sea el final del principio». Sentido común y percepción realista en una sola frase. Que además nos viene que ni pintada para esta situación que vivimos tras el mediocre comienzo de «desescalada», con los niños en las calles y bastantes incumplimientos de las normas. Y por cierto hay muchas voces de facultativos sugiriendo que la salida de los niños ha sido algo prematura y que la no salida de los mayores de 65 ha sido postergada en demasía. No entro ni salgo en estas reflexiones. Por un lado los niños son  criaturas de gran adaptabilidad, pero por el otro, eso también depende de factores variables como el tipo de hogar,  relaciones familiares, situación económica, cultural y social, etc.

Uno de los requisitos que sugiere la OMS para encarar con garantías una normalización relativa de los usos sociales, dice: «que las comunidades estén plenamente informadas, educadas, comprometidas y capacitadas para ajustarse a las normas». ¿Cumplimos esa exigencia? Seguramente la mayoría sí. No dudo de la resistencia y solidaridad de nuestro pueblo. Pero dudo del demonio que muchos llevan dentro, ya sea chulería, prepotencia o estupidez (a menudo van juntas). Tampoco el lenguaje de los políticos, los que gobiernan y los que pierden el aliento y la vergüenza por gobernar, ayuda a tener una actitud racional y seria frente a la cuestión. Por favor controlen su lenguaje, señores (y señoras). No amenacen ni adoctrinen ni sermoneen al personal, la mayoría ya somos talluditos.  Apelen al sentido común, al de responsabilidad y al de solidaridad. E informen sencilla y claramente. Eviten las predicciones  y proyecciones alarmistas. Y los demás, el pueblo llano,  hay que adaptarse a la situación según esta vaya variando y aprendamos a afrontar la desinformación o falsa información con espíritu crítico. No nos queda otra.

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 27 de Abril del 2020

A partir de ayer domingo, seis millones de niños menores de 14 años tomaron las calles, paseos y plazas de las ciudades y pueblos grandes. Teóricamente acompañados por un adulto y respetando normas de distancia sanitaria, manos lavadas, mascarillas. Este ha sido el primer test del contra-virus. ¿Comportamiento social? Casi no llega al aprobado. Según mis fuentes, en las grandes ciudades se ha dado la estampida social y aunque ha habido muchas personas que han respetado las normas,  una visible minoría a aprovechado para saltarse a la torera las normas vigentes. ¿Falta de responsabilidad? ¿Ignorancia? ¿Rebeldía? O, simplemente estupidez. Quizá no llegue el temido «rebrote». Pero no será gracias a ellos. Somos una especie con mala memoria voluntaria. Se proclama que a partir de ahora «la vida de antes no volverá». La vida es obstinada, siempre vuelve, de una manera u otra. No es pesimismo…es historia. El hombre es un animal proclive a los excesos. Y una civilización como la que hemos tenido hasta ahora era una celebración constante del exceso como norma, en el consumo, en la producción, en la rapiña de recursos, en el fomento de las desigualdades, en la codicia y en la crueldad gratuita. Pero aún así, sobrevivimos y progresamos aunque tal vez no en la buena dirección.

Lo cierto es que un 85 % de la población española no se ha movido de sus residencia. Lo sabemos gracias a la aplicación Data-Covid 19 realizada entre los órganos de vigilancia cibernética del Gobierno y las operadoras que funcionan en el país. Se  controla la movilidad de las personas a través de 40 millones de móviles particulares. Aun siendo por un buen fin (esperemos que se queda en esto y desaparezca cuando el virus se duerma del todo) no deja de producir cierta inquietud. ¿Acabaremos como los chinos totalmente monitorizados en nuestra vida privada, sujetos a un sistema de puntos de castigo por mal comportamiento que luego tiene repercusión punitiva? ¿Cada vez más cerca del mundo distópico de «1984», «El mundo feliz» o «El cuento de la criada»? O quizá demos un giro a última hora y comencemos a exigir un mundo más sostenible.

ALBERTO DÍAZ RUEDA 

Diario de un Confinado 26 de Abril del 2020

Está muy bien que nuestros líderes carismáticos, tras el susto inicial y los despropósitos que desencadenó la falta de previsión y los pecados anteriores de recortes en la sanidad  (imputables a rojos, blancos o amarillos por igual) se pusieran rápidamente en “modo avión” respecto a los acongojados ciudadanos y más o menos guiados por una también indecisa “ciencia oficial” siguieran a lo suyo, es decir, haciendo política a troche y moche (las comunidades independentistas dieron la nota) mientras los conteos de contagiados y fallecidos engrosaban las estadísticas de forma ominosa.

Lo más fácil suele ser a menudo lo indicado y para percibirlo no hace falta ninguna carrera universitaria, sólo observar sin ideas preconcebidas y tomar nota de todo los que los otros países no negacionistas han sufrido y qué medidas tenían efecto y cuáles no tanto. Eso en filosofía se llama “la navaja de Occam” y no digo más.

Pues  bien, en España, a golpe de decreto se organiza la vida del personal y todos a callar que estamos más guapos y además nos multan si no lo hacemos. Cada vez que el líder carismático habla de  “desescalada territorial asimétrica” me echo a temblar, aunque no entiendo nada.

En Inglaterra y los USA llaman “covidiotas” a los que se pasan  por el forro las medidas cautelares obligatorias para toda la población. En mi pueblo no he captado ninguno de esos especímenes  que se consideran al margen de lo mandado, quizá porque se creen superiores en conocimiento o en ingenio a los demás o, simplemente, porque juzgan como covidiotas a los que sí cumplen.

Estas reflexiones vienen a cuento por la “modesta proposición” que al modo de Jonathan Swift, quisiera plantear a nuestros líderes hegemónicos. Se trata de suavizar el confinamiento a los mayores de 65 años como se hace con los niños de menos de 14. Aquí de estos últimos casi no tenemos, pero de los primeros somos un montón considerable. Aplicando el sentido común, es decir el menos común de los sentidos y más en política (Balmes, dixit) no hay tanta diferencia entre los mayores de pueblos ya aislados de por sí y esos niños que fueron enclaustrados cuando una buena parte de la ciencia afirmaba que era la población de menos riesgo y seguramente podrían tener peores secuelas negativas de salud manteniéndolos encerrados que permitiéndoles salir unas horas en compañía y vigilancia del padre o la madre, sin contactos con otros niños. Los mayores tenemos más años, pero en modo alguno menos necesidad sanitaria de dar saludables paseos, aunque sea en solitario, por campos donde no pasa un alma.

Aquí, en este pueblo del Aragón vacío, donde somos cuatro y los gatos, por así decirlo, dejar en manos de la autoridad comarcal que se permita a los mayores dar sus paseos diarios no es, de ningún modo, socavar la seguridad de nadie. Y más en los muchos pueblos de todo Aragón en los que hay tan pocas personas que ni siquiera el Covid ha juzgado necesario entrar. Para mayor gloria de los líderes indómitos que dirigen la cosa nacional, con mayor o menor fortuna, pueden apuntar que se pase los test  necesarios a la ancianidad pertinente de los lugares poco habitados para que se compruebe el viejo aserto: no hay pulmones más sanos que los de los lugareños de pueblos lontanos. Y además se de buena fuente que no tenemos test suficientes y hasta faltan tubos y otro adminículos básicos que antaño se fabricaban a dos manzanas de aquí y ahora se hacen en China. Listos que somos. Hay un informe de Harvard que correlaciona la mayor afectación del Covid con las contaminación ambiental en las grandes ciudades por las partículas finas PM2,5 que se van depositando en los organismos de los urbanitas. Sin necesidad de corroboración científica les diré que sería tan difícil encontrar algún tipo de contaminación ambiental en nuestros pequeños pueblos como lo es lograr financiación para una cualquiera de las muchas necesidades y mejoras que tenemos en lista. 

ALBERTO DÍAZ RUEDA

Diario de un Confinado 25 de Abril del 2020

La transparencia y la información veraz y contrastada son exigencias básicas es un régimen democrático y constituyen un deber esencial para todos los gestores de la res pública, empezando por los políticos, los funcionarios públicos, los medios de comunicación y las instituciones. En este sábado soleado, en el repaso de diferentes periódicos y revistas que sucede al desayuno, uno se topa con muestras flagrantes de la falta de ética de algunas informaciones. Alguien escribió con sutil ironía: “El derecho a soltar bulos es a la libertad de expresión lo del derecho a atropellar gente a la libertad de circulación”. Ambos “derechos” hacen mucho daño y son igual de absurdos (aunque los bulos pueden hacer más daño a más gente en menos tiempo). Los atropellos no son impunes (si se detiene al autor) pero los bulos se escudan detrás de la “permisividad” que generan los huecos legales y la conciencia delicada de la libertad de expresión como norma democrática.

Un articulista pedía públicamente que se sancionara a las personas y los medios que difunden noticias falsas y rumores que crean daño importante a sujetos e instituciones o alarma grave a la sociedad. Pero no hablaba de un medio que supera a todos los tradicionales en amplitud y eficacia comunicativa: Internet. Google, Facebook, Instagram y otras han tomado medidas en varias ocasiones para desmentir y bloquear cuentas y usuarios culpables de crear o apoyar bulos alarmistas o insultantes. Pero es como tratar de controlar las olas del mar.

En lo que se refiere a la pandemia que nos tiene sitiados y que humilla la arrogancia humana del siglo XXI, la irresponsabilidad de los covidiotas que en el mundo hay está produciendo más víctimas indirectas que el propio virus. Un virus que, por el momento, sólo puede ser frenado sumando aislamiento con elementales medidas de higiene. ¡Qué lección de humildad para todos los humanos, sujetos para defenderse al ensayo-error mientras los científicos de todo el mundo se dedican a buscar un remedio eficaz!

En un día hermoso y lleno de energía el que se divisa desde mi estudio. Uno respira hondo y recuerda, adaptada a la situación actual, la frase del escritor griego Kazantzakis: “Qué extraña máquina es el hombre: alguien le mete en la cabeza miedo, fastidio y aislamiento y eso no impide que salgan sonrisas, placer por la vida y anhelos vibrantes de libertad, solidaridad, cooperación y empatía”. Es la virtud básica del ser humano: la capacidad de adaptación. Por cierto…algo que compartimos con el virus,

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 24 de Abril del 2020

El sol vuelve a reinar sobre el paisaje, aunque no sobre nuestros ánimos sombríos. La primavera triunfa en el exterior, quizá esperando que seis millones de niños españoles alegren sus calles y plazas durante una hora cualquiera del día. Para los demás, el poder del miedo sigue enseñoreándolo todo. Dicen que el español es un individuo disciplinado, tanto como para aguantar que seamos el país de Europa con clausura más severa. También hemos sido el más castigado por el virus. Pienso que el Covid es como un ejército de francotiradores con el rifle de precisión apuntando aleatoriamente al que pasa por las calles. A eso tiene miedo el español. Nunca hemos sido disciplinados. Pero, ¿quién no tiene miedo de salir a las calles con millones de francotiradores apostados en las alturas, invisibles pero certeros?

Por otra parte hemos tenido la constatación de un hecho incontrovertible: un desastre global como el Covid es aún más letal si abundan los bobos en lugares de alto gobierno y responsabilidad. Porque hace falta ser bobo para empeñarse en “hacer política” (o lo que ellos creen que es política) aprovechando las circunstancias y barriendo sin cesar hacia el propio chiringuito sin consideración al dolor y el temor que atenaza a la población. Cuando uno lee u oye a determinados políticos echándose la culpa unos a otros de los desbarajustes de gestión de la pandemia (en lugar de proceder a mitigarlos) olvidando que fue su gestión económica y política del pasado reciente la que provocó la relativa indefensión con la que recibimos al virus…la indignación nos abruma.

La única institución europea que nos podía defender un poco de los bobos que gobiernan el mundo en este momento (con contadas excepciones) la tan denostada –con razón- (Des) Unión Europea está dando sus últimas boqueadas entre la codicia de unos, la cicatería de otros y la estulticia de todos. Vamos apañados.

El gran fracaso moral de nuestra actual civilización es que todos hayamos permitido que el vil, cruel y grotesco Don Dinero siga dictando las condiciones de supervivencia de mundo.

Lo siento, hoy me siento triste y pesimista.

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 23 de Abril del 2020

Ha amanecido nublado. El cielo es una inmensa cúpula gris con trazos oscuros de nubes cargadas de agua. Hoy es el día de los libros y las rosas. Es día de la cultura y el amor, la solidaridad y la empatía. Todos esos elementos están siendo desafiados día a día por el confinamiento y por la amenaza del Covid. Pero aún así se ha creado una réplica virtual a través de ordenadores y móviles. Es tiempo de congojas y estrecheces. Es oportuno reivindicar a la cultura como una necesidad, no mayor que otras más primarias, pero sí de una forma muy humana, un báculo y una ayuda en momentos como éstos. ¿Para cuando una reducción del IVA para los libros y las editoriales y las librerías? Ya se ha reducido a los libros electrónicos. ¿A qué viene esa hipocresía? Hagan un gesto realmente social y realmente inteligente: la cultura en tiempos de tribulación es un lenitivo, una ayuda inestimable para darnos fuerzas y aguante a los ciudadanos, sea en la forma que fuere necesario, desde los libros al teatro y el cine, los conciertos, los museos. La cultura define lo que es un pueblo y a través de la tradición, literaria, filosófica, musical, dramática o de danza, alimenta sus raíces y sus peculiaridades. La cultura es uno de los nexos de unión más generoso entre los distintos pueblos, puesto que por definición promueve la propia pero también respeta y acoge la ajena. Es el sello de hermandad humana: una cultura humana formada por la aglutinación respetuosa de millones de culturas nacionales, regionales o locales.

Unos datos para la historia de este día en el cómputo del año de la «peste»: el brasileño Bolsonaro, un populista con ideas y modos de Hitler y Stalin en una sola y briosa combinación, sigue negando el virus a pesar de los más de 40.000 contagiados y casi 3.000 fallecidos que van creciendo en su país. Mi otra «bestia negra», Trump, ha quedado en ridículo planetario (una vez más) al tener que  reconocer que su «cóctel milagroso» con la ex-gripecilla, el Covid, formado por cloroquina y azitromicina, no detiene al virus y ni siquiera sirve de placebo por sus efectos secundarios .  No tardará de echarle la culpa de ese «pequeño error» a la OMS, a quien ha retirado los fondos como «castigo» por no haber respetado su estupidez negacionista. ¿Hasta cuándo abusaréis de la paciencia del mundo, insignes covidiotas? Y como guinda de este pastel de despropósitos hacernos eco de unas declaraciones de un tal Canadell, presidente de la Cámara de Comercio barcelonesa que ha dicho que…No las voy a repetir, por respeto a ustedes y a mí mismo. Sólo creo que el independentismo no tendría que estar reñido con la inteligencia, so pena de convertirse en fanatismo irresponsable. En este caso ha habido en Cataluña muchísimas muestras de rechazo. Siempre he sostenido que en Cataluña hay una  mayoría demasiado silenciosa de gente razonable y sensata, incluídos los que piden para su tierra ciertos derechos sin abandonar las vías pacíficas y legales para hacerlo. Como dijo cierto político inglés (antes del Brexit), no estoy de acuerdo con lo que piden ustedes pero apoyo sin dudarlo el derecho que tienen a pedirlo. De la forma y los cauces destinado a ello y respetados por todos. Incluidas manifestaciones populares pacíficas. ¡¡Que es la fórmula que deberíamos adoptar los españoles cuando salgamos de todo esto para pedir mayor protección y presupuestos para la sanidad, la enseñanza y la investigación!!

Diario de un Confinado 22 de Abril del 2020

Esta bendita tierra de mi pueblo es agradecida a las lluvias mansas que la reverdecen y la esponjan como un paraíso nutricio, ajeno a los cuidados y amarguras a los que nos somete nuestra precariedad ante el virus. Hacía tiempo que no veía tan lozanas las verdes colinas que nos rodean. Todo huele a limpio y uno tiene que reprimir el deseo de volver a las largas caminatas por los alrededores. Durante horas mi mujer y yo recorríamos senderos, veredas, pistas forestales o agrícolas, caminos invadidos por la maleza,  sin cruzarnos con nadie. Ahora la responsabilidad solidaria nos mantiene encerrados en casa como al resto de los pocos vecinos del pueblo.

Una de las tempranas novelas de mi admirado Marsé se titulaba «Encerrados con un solo juguete» (1960) que nada tiene que ver con la situación que nos aflige y nos limita (si acaso el franquismo de entonces que oprimía a los personajes…y al novelista). La saco a colación porque de alguna forma muchos de nosotros estamos «encerrados con un solo juguete». Ese «juguete» son las redes sociales. Durante muchas horas nos dedicamos a recabar información, opiniones, estudios, entrevistas a gente relevante, cuestiones políticas o económicas. Para mí más que un deber es una necesidad. Mi vieja profesión de periodista me dirige a fuentes fiables casi siempre, hay un «olfato profesional» cultivado por más de cincuenta años de ejercicio. Para muchos la Red les proporciona no sólo información y conocimiento, también diversión, placeres, diversas formas de cultura desde la música, al cine o los documentales y, lo más importante desde un punto de vista del humano obligado a confinarse: un remedo virtual de socialización. Abundan los contactos por whats-up, twitter, videoconferencias íntimas o familiares, intercambios emocionales, no por virtuales menos sentidos y apreciados.. 

De vez en cuando el comentario de un experto, la observación de un ensayista, la reflexión de un escritor o un filósofo, nos inflama. A veces, pocas, de admiración por algo constructivo, positivo, solidario, humano en el mejor sentido de la palabra. Demasiadas veces, por el contrario, nos las vemos con la cara menos amable del ser humano, en el más vil sentido de la palabra. En algún medio consultado, un filósofo coreano-alemán, al que admiro y sigo desde hace años, Byung-Chul Han, hablando de las diferencias de respuestas ante el virus y tras una frase que me dolió: «Europa ha fracasado», describe la eficacia llena de sospechas de algunos países asiáticos como China, Corea o Singapur (naciones confucianas, dice, y por tanto disciplinadas y solidarias con el bien común) . Y después, con evidente desprecio, describe la postura ignominiosa de Trump (pero muy valorada entre una considerable parte de ciudadanos de Estados Unidos). Y deja caer un dato ejemplar: Trump había ofrecido comprar en efectivo los derechos exclusivos sobre una posible vacuna contra el Covid que está desarrollando la empresa alemana CureVac, financiada por el Estado alemán. Al parecer el ministro alemán de Sanidad contestó desabridamente que NO y añadió: «hasta el capitalismo tiene límites». La anécdota parece ser cierta y la he leído en una entrevista a la filósofa americana Judith Butler. 

El virus no discrimina, pero parece ser que hay líderes humanos que sí lo hacen y se arrogan el derecho de decidir quiénes deben salvarse y quiénes deben morir. 

Diario de un Confinado 21 de Abril del 2020

La lluvia imprime una placidez extraña al paisaje solitario que diviso desde mi estudio. Se van sucediendo chubascos breves, con momentos en los que un sol deslumbrante llena de colores contrastados y luminosos la llanura sembrada de bosques y de colinas. En el silencio absoluto de la tarde. sólo turbado por los trinos de los pájaros, la ausencia de movimiento humano o de vehículos agrícolas surcando los campos como naves de otros tiempos, aumenta la impresión de fragilidad que siento. No respecto a la solidez bucólica del paisaje que me rodea, sino a mi presencia como observador humano. Una moraleja, aún no elaborada, que se desprende de esta larga clausura seglar, es la indescriptible conciencia de vulnerabilidad que nos invade a poco que pensemos en lo que nos sucede. El hecho de que seamos todos, el planeta entero con poquísimas excepciones (gracias a la «maravilla» de la globalización) los amenazados o afectados por el Covid, un fragmento genético que ni siquiera es un ser vivo, no nos consuela, sino al contrario, nos resalta la incongruencia que existe entre nuestra arrogancia tecnológica y nuestro pretendido carácter de «rey sin corona» de la Naturaleza (carácter que nos convierte al mismo tiempo, en el mayor depredador natural de la historia humana). El ser más» poderoso» de la Creación es también el ser más vulnerable. Supongo que si nuestros primos, los primates, tuvieran  un poco de conciencia, sólo un poco (como un Trump, por ejemplo) y sentido del humor (que Trump no tiene) las carcajadas globales de toda la especie de monos desde los chimpancés a los gorilas «llegarían a conmover hasta el vasto Olimpo» como diría el legendario Homero.

La lección que deberíamos empezar a elaborar es que nuestra vida cotidiana, social, económica, laboral, va a sufrir cambios, ligeros o profundos (el número de variables en juego hace imposible todos los vaticinios), la globalización va a sufrir limitaciones, los nacionalismos se van a exacerbar o , para los más idealistas, se van a diluir, el sueño de un progreso irrefrenable y un aumento del nivel de vida incesante y más igualitario se van a quedar en eso, sueños…Y por tanto el viejo animal humano, curtido en mil catástrofes naturales o provocadas, va a aplicar el instinto que le va permitiendo sobrevivir pese a su propia estupidez y a su evidente incapacidad de aprender de los errores, aunque en el camino tengamos que abandonar la falacia neoliberal y el capitalismo sin límites.  ¿Cuál es ese instinto básico? La capacidad de adaptación.  Aunque tengamos que aplicar la norma antiindividualista asiática de poner, por encima de la autonomía personal y sus derechos, el bienestar colectivo, basado en la seguridad básica económica y social y la salud.

¿Volvemos a los escenarios distópicos de Orwell, Huxley o Ballard? Quizá sí. Tal vez no. Los dados están en el aire. Y ya sabemos, dijo Einstein,  que Dios no juega a los dados con el Universo. ¿O sí? Sea  lo que sea habrá que lidiar con ello. Como dicen en mi pueblo cuando los ancianos protestan por no poder salir a pasear por los solitarios campos y se encogen de hombros musitando «No nos queda otra». Pues eso.

Diario de un Confinado 20 de Abril del 2020

Los ingleses llaman «covidiotas» a las personas que se saltan las normas de higiene, distancia y confinamiento más o menos parcial que tiene (relajadamente) establecidas el Reino Unido. Los negacionistas (que siguen) argumentan que en realidad se sabe poco con seguridad sobre cómo infecta y actúa y hasta de dónde procede el covid. Pero curiosamente no tienen  en cuenta las realidades empíricas: el número de muertes, los contagios masivos y el hecho incontrovertible que los datos nefastos bajan sustancialmente si se procede como está establecido. El caso más renuente que conozco (¿afectará el Covid a algunas personas en el cerebro más que en los pulmones?) es el de mi particular «bête noir», el señor Trump, que ahora está procurando culpar de forma criminal a los chinos. Buen momento para sugerir que China ha infectado al mundo de manera intencional.  Cada vez tengo más claro que en el siglo XXI ha aparecido un quinto jinete del apocalipsis que la va  a armar gorda provocando a los otros cuatro: se llama estupidez congénita o adquirida. Los chinos dicen poder demostrar que los primeros casos de coronavirus documentados pero «disfrazados» de neumonías graves se deben a unos jóvenes inhaladores de «vaporing» el sustituto absurdo de los cigarrillos…aparecidos en el estado norteamericano de Carolina. ¿Qué les  parece? Es como el juego de los despropósitos. Sólo que este puede tener consecuencias más graves aún de las presentes sobre la economía mundial. Para tratar de neutralizar a este virus no se puede utilizar una lógica binaria, blanco o negro, USA o China, ancianos o jóvenes…sino una lógica difusa: todo eso da lo mismo en este momento, lo único que importa es frenar los contagios y seguir buscando una vacuna.

Y ahora una reflexión: ¿se han dado que cuenta que este año estamos recobrando la falta de contaminación en  ciudades y pueblos, los cielos casi limpios de surcos de aviones, las aguas transparentes, los animales desestresados, la valoración de virtudes y costumbres relacionales, la dimensión humana de la vida, una primavera con lluvias limpias y frescor ambiental…? Parece que el planeta gira con más desenvoltura… ¿De verdad quieren ustedes volver a una situación de peligro permanente (respirar el aire de las grandes ciudades creó una pandemia ignorada de muertes por afecciones respiratorias, accidentes de circulación, desórdenes psicóticos) además del estrés humano, ecológico, social. Ya sé… cuesta pensar en renunciar a nuestro «satisfactorio» modo de vida basado en el consumo y en la obsolescencia programada de todo para que así consumamos más, por lo tanto produzcamos más, arrasemos los recursos naturales, desde los ríos a los bosques, el mar, la tierra y el cielo y contaminemos más el conjunto de la vida del planeta. ¿De verdad no hay manera de cambiar el modelo de vida de antes del Covid? No puedo creer que volvamos a repetir los enormes y letales errores que está cometiendo la cultura humana en su conjunto. ¿O es que , en el fondo, somos todos covidiotas?

Diario de un Confinado 19 de Abril del 2020

Una semana más y se permitirá que los niños salgan a pasear y jugar en horarios delimitados. Paciencia. De momento está demostrado que el confinamiento es uno de los factores positivo para detener al coronavirus. Las más de 20.000 víctimas contabilizadas por el momento en España, merecen ser ten idas en cuenta a la hora de marcar prioridades. Más adelante llegará el momento de sacar lecciones de lo ocurrido. La alarma parcial se ha prorrogado hasta el 9 de mayo. Las críticas políticas llueven por doquier. La pregunta es: ¿ustedes los que protestan lo hubieran hecho mejor? ¿Basándose en qué realidades, en qué ideas positivas y científicas? ¿En el ejemplo de Trump, de Bolsonaro, de Johnson..de tantos otros que ahora están pagando su arrogancia? Sin duda no hemos tenido la mejor gestión de la crisis…pero esos son los poderes repartidos con antelación: ante la imprevisibilidad de la pandemia, hay que bailar con la que nos toca…

Otra cosa es que se tramiten 635.000 causas por desobediencia y violación del confinamiento y casi 6.000 detenciones. Mientras los que no pueden salir a correr,a pasear, porque están encerrados en residencias, son ancianos y dependientes, más de 400.000 plazas hay en las 5.000 residencias de personas mayores en España (casi todas en manos privadas). Han muerto 13.500  ancianos, lo que supone más del 50% de los fallecidos por el virus. Ese es otro de los temas candentes que no se deben olvidar cuando todo se vaya normalizando. 

Si no exigimos como ciudadanos con opiniones conscientemente críticas y realistas un cambio del modelo de sanidad que tenemos y de la necesidad de aumentar y respetar los presupuestos en las partidas de Sanidad, Educación e Investigación, jamás seremos un país serio y progresista. Y seremos presa fácil de cualquier virus letal que nos llegue, sea sanitario, económico o socio-político. Y para mayor vergüenza de España, permitiremos que toda una generación, los actuales «millenials»  se malogre en todos los sentidos. ¿Creen ustedes que un país como España se lo puede permitir? Sería una pandemia generacional aún más grave que la del coronavirus.

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 18 de Abril del 2020

Se veía venir. En cuanto baja la curva de contagios sube la curva de incautos, imprudentes y desaprensivos. Los mismos políticos que antes clamaban porque debía blindarse y poner cerrojo a ciudades y provincias y países, ahora critican que se haga un proceso escalonado y cauto de desconfinamiento. En algunas ciudades comienzan a verse gente paseando como si no hubiera pasado nada. Caute! decía Spinoza ante su propio confinamiento por razones religiosas (se jugaba la vida, hubo un fanático de su propia comunidad judía que le apuñaló). Cautela es la palabra mágica ante algo tan desconcertante como el Covid19. No nos relajemos o quizá tengamos que pagar un precio aún más alto que el que estamos pagando.

La noticia buena es que el planeta Tierra ha tenido la caída global más alta de CO2 de la historia. ¿No podría buscarse una fórmula para mantener niveles óptimos de actividad y lograr niveles mínimos de contaminación? Quizá sea el momento de plantearlo a la comunidad científica y, por favor, hacer caso de sus recomendaciones. Es cosa, nada más y nada menos, que de salvar nuestro ecosistema.

En Estados Unidos el conteo sigue en alza pero el presidente anima a los Estados de su país a terminar con el parón económico ¿Señor Trump, podría dejar de hacer payasadas y tratar de entender que esa considerable mortandad en su país se podía haber evitado si usted tuviera un mínimo de sentido común y dejara de ser lobotomizado por el ansia de poder? Bueno, lo cierto es que el virus se ceba principalmente con los afroamericanos y los hispanos, gentes que no gozan de su simpatía. En el sur de Europa el Covid prefiere a los ancianos. Cada cultura deja morir lo que no ve o no quiere ver. O lo menos rentable. Parece que hay una relación inversamente proporcional entre el nivel de renta y la incidencia del virus. A  mayor nivel económico, menor número de infectados y fallecidos. Evidentemente no es una regla absoluta, pero hay algo de eso y cuando todo esto pase, aunque no del todo, (los virus como el Covid han llegado para quedarse, dicen algunos científicos) quizá tengamos accesos a datos más reales y contrastados.

De momento, y siguiendo con la pandemia geriátrica, la Fiscalía ha abierto de momento 38 diligencias contra geriátricos de todo el país por omisión de socorro, detención ilegal, coacciones, imprudencias y lesiones y ha ordenado a las fiscalías de toda  España que hagan un seguimiento de esos establecimientos públicos y privados. Eso está bien pero, por favor, lo más importante sigue siendo que cambien el modelo de asistencia y control de las residencias y la calidad de vida de las personas mayores en general, esos olvidados de la sociedad de consumo y del supuesto bienestar.

Diario de un Confinado 17 de Abril del 2020

Hace un par de semanas, creo, escribí para el Heraldo un largo artículo sobre lo que llamé un poco excesivamente «el genocidio geriátrico». En este instante  tengo la sensación subjetiva de que hace muchísimo tiempo que escribí ese artículo. ¿También les pasa a ustedes que los días de confinamiento parecen tener un «tempo» totalmente distinto y más complejo que el habitual: recobramos por un lado la interminable cadencia de los días de la infancia y curiosamente una rapidez meteórica en el conteo de los días y semanas, que pasan de una forma veloz).

Pero volvamos al tema lamentable que nos ocupa. En España, datos de hoy, el 86,5% de los fallecidos por el corona virus tienen más de 75 años. Mi fuente son periódicos de primera línea y de trayectoria intachable y agencias de prensa independiente on line. No obstante tomemos siempre las estadísticas con un sano esceptisimo. Lo cierto es que el dato es coherente con las informaciones colaterales que poseemos. Una de cada cinco personas en España es mayor de 65 años. Se ha constatado la virulencia del Covid en las residencias de ancianos y se está barajando la posibilidad de que la mitad de la cifra total de fallecidos que tenemos (no es la real, sin duda alguna, por razones de complejidad informativa) estaba internada en esas residencias.

No se me entienda mal. Ni las residencias en general adolecen del durísimo y desalmado perfil de las que motivaron las primeras alarmas de desatención y miseria ni, seguramente, la mayoría de esa cifra horrible de ancianos fallecidos ha carecido de los máximos cuidados que una sanidad responsable y sacrificada ha dado a sus pacientes. Estamos ante una pandemia inclemente, señores, y la prevalencia básica de ese virus se ensaña con los mayores de 65 años por razones orgánicas variadas.

Por tanto, amigos, esto no es una crítica, sino la constatación de un hecho. Y este razonamiento nos lleva a una conclusión: es obvio que el modelo de atención a las personas mayores vigente hasta ahora y el de gestión de las residencias, no ha resistido en absoluto la prueba de fuego de una epidemia letal. Por tanto la premisa básica de este artículo es: hay que cambiar el modelo de gestión, actuación, mantenimiento y financiación que hemos de utilizar para mejorar y preservar la situación de nuestros ancianos. Lo cual sería la guinda del pastel de la sanidad completa del país, que debe convertirse en una prioridad presupuestaria. Señores políticos (algunos, sin señalar), esto es básico. Literalmente nos jugamos la vida con ello. ¿Pueden entender de una puta vez, perdón por el taco, que los recortes y las privatizaciones en sanidad nos llevan a…justamente lo que está ocurriendo? ¿Hace falta una pandemia para mostrarles que sus bolsillos, las empresas colegas, los amigos bancos y el sillón del cargo bien pagado no lo son todo?

Diario de un Confinado 16 de Abril del 2020

Está claro que nuestro país no cumple los seis requisitos de la OMS para poder dar por terminado el confinamiento. Entre otros, se exige una aplicación masiva de los test de diagnóstico que, en estos momentos, está fuera de toda posibilidad. El hecho de que sea una liberación parcial del confinamiento y para determinadas personas, (el arco de edad entre los jubilados y los niños y adolescentes aún queda confinado hasta el 10 de mayo, supuestamente, claro). Lo cierto es que un repunte de contagios en estas próximas dos semanas sería una trágica noticia. Pero es tan condenadamente difícil hilar fino y ajustado en esta pandemia, por lo que siempre decimos: sabemos muy poco sobre cómo es y cómo actúa y cómo se propaga. Toda la población es, en principio, sospechosa. Y como decía un médico amigo mío: en medicina la ausencia de evidencia no es siempre evidencia de ausencia. Por eso una de las noticias tristes que nos depara la jornada es que hay vecinos en algunas ciudades que profieren amenazas -anónimas naturalmente, suelen ser cobardes- contra trabajadores de la salud acusándoles de propagar el virus. Ya es el colmo, ¿no les parece? He visto pintadas y anónimos escritos contra médicos y enfermeras. Están casi al mismo nivel, aunque afortunadamente con menos relevancia- que ese aborto político llamado Trump que ahora retira la ayuda a la OMS por «su mala gestión» de la pandemia. ¿En serio? ¿Y la suya que está costando decenas de miles de muertos más en su país? Pero claro como la mayoría son negros o hispanos…

Mi deseo en esta hora de cautelas, indignaciones y temores es brindar un guiño a la suerte y a la esperanza en tenerla. Como decía el gran don Quijote a su Sancho fiel: «Has de saber amigo…que todas esas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible en el orden de la Naturaleza que ni el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca». Bendito Alonso Quijano, conocido como «el Bueno», por esa sabiduría que parece emanada de un Séneca o un Epicteto. 

Se que esto no es más que un «brindis al sol», una quimera , pero en momentos de aflicción, en contra del consejo de Ignacio de Loyola, uno debe hacer una mudanza inexcusable: evitar que las malas noticias y los peores augurios nos nublen la razón, el sentido lógico y crítico del pensamiento y nos dejemos vencer por el cristal oscuro de nuestros temores, que todo lo ven siniestro. A las cosas que ocurren hay que mirarlas con serenidad y aplicar los remedios adecuados que estén en nuestra mano, de nada sirven las lamentaciones, las críticas y los miedos. Hay que esforzarse en conocer la manera de actuar del virus y en promover su control sin dejar por ello de auxiliar a las víctimas, minimizando en lo posible su transmisión en hospitales, residencias de ancianos, escuelas y centros de trabajo. Todo esto se está haciendo, más bien que mal, en la medida del momento de la pandemia que vivimos. Nadie posee datos irrefutables del futuro. No tenemos datos suficientes. 

Por lo tanto vayamos todos en la misma dirección (excepto Trump) y con el mismo objetivo: controlar y detener al Covid 19. Lo demás, atención a determinados políticos, requiere que detengan los viles mensajes críticos y destructivos que no buscan  más que capitalizar el horror de todos en forma de futuros votos de los que son como ustedes. 

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 15 de Abril del 2020

Hoy se cumple el día vigésimo quinto de este diario. Labor que empecé el 22 de marzo, diez días después de comenzar en serio la pesadilla del coronavirus entre las vacilaciones y los errores de quienes dirigen el país y el concierto disonante de bulos, mentiras, exageraciones y burlas negacionistas. Se han configurado en este mes y pico dos pesadillas simultáneas y el renacimiento de una conciencia solidaria. Por un lado la que marcaba el crecimiento y efectos letales del Covid 19 y por otro, la que creamos los hombres como reacción de lo que somos, niños gritones y destructivos indignados ante un elemento de la Naturaleza que nos daña de forma totalmente indiferente. Sin embargo la buena noticia es la sorprendente -que lo sea ya indica la poca fe que se tiene en la naturaleza humana-  marea de solidaridad, apoyo, cooperación y empatía que el virus ha provocado en una parte sustanciosa de la población española, desde las grandes ciudades a los pueblos más recónditos. Es como si de una forma inconsciente nos hubiéramos empapado de esa posibilidad que apuntaba el otro día el antropólogo Eudald Carbonell en una entrevista: «El Covid podría ser el último aviso a nuestra especie de que si no aprendemos a cooperar, a unirnos en un esfuerzo común, colapsaremos y nos extinguiremos». Como decía Canetti en su obra «Masa y poder», estamos aprendiendo a sentir el placer natural y la alegría vibrante de rebasar las barreras individuales para integrarnos en la masa con un designio positivo, creativo, de ayuda y superación. Y eso, resaltaba el Premio Nobel de Literatura en 1981, la grandeza y el peligro de la dinámica de la masa humana. Grandeza en cuanto podría ser el motor del cambio (que falta nos hace) político social y peligro -y no pequeño- en que también es fácil manipularla desde el poder y en ese caso conseguir el efecto contrario y aumentar la desventura y la falta de libertad del pueblo.

Esto es una cuestión abierta. Es dicícil conjeturar qué puede pasar, con un mínimo de posibilidades de acertar. Vivimos en este momento en una «terra ignota». No hay precedentes. Es la primera vez en nuestra historia que un peligro mortal para la especie alcanza el poder de ser global, por sus efectos y por su poder de transmisión. Y aún no sabemos gran cosa de él. Estamos luchando un poco a ciegas, aunque razonablemente en lo básico: el aislamiento social. Decir esto en el siglo XXI con una tecnología absolutamente revolucionaria, es una lección de humildad y una llamada de atención y alarma. Por eso, insisto por enésima vez, a un problema global sólo se le puede aplicar una estrategia global y una táctica basada en la cooperación internacional hasta puntos totalmente inéditos en nuestra historia común. Por Dios, aprendamos de una vez, antes que sea demasiado tarde.

Diario de un Confinado 14 de Abril del 2020

Hoy la pandemia tiene un nombre propio: África. Ya habíamos reflexionado con pesar en lo que las penurias sanitarias estaban provocando en países del hemisferio rico del planeta, sin duda por falta de previsión y de implementar las medidas cooperativas internacionales y luchar todos a una contra el virus. En aquellos momentos, hace un par de meses, pensábamos con horror en lo que el Covid podía suponer para los millones de personas pertenecientes a países donde la cuestión sanitaria, la miseria, las guerras locales y las enfermedades comunes dibujaban un escenario atroz. En aquellos días tenía una imagen recurrente en la imaginación: el cuadro de «El triunfo de la muerte» pintado entre 1562 y 1563 por Pieter Bruegel, el Viejo y que se puede admirar, no sin escalofríos, en el Museo del Prado. Si tenéis internet, poned el nombre del cuadro en el buscador y cuando aparezca, miradlo detenidamente y pensad: esto es África. En la mayoría de los países que se la dividen, la ratio de camas por millón de habitantes es de CINCO,  (en Europa es de más de 4.000). La FAO ha alertado de que, en este momento, cuando el virus comienza a extenderse ya hay más de seis millones de africanos en situación desesperada. ¿Por el Covid? Todavía no. Por el hambre. Los cuatro jinetes del Apocalipsis ya cabalgan ferozmente por África, la guerra, la peste, el hambre y la extinción total por una guerra nuclear..

Desconfío de los «big data», pero haciendo  una lectura rápida de las estadísticas que se ofrecen en algunos centros oficiales de instituciones de prestigio, uno llega a la conclusión de que los virus y las bacterias, viruela, gripe, la familia de los Covid, las pestes medievales, el sida o el ébola (que, por cierto, ha vuelto a aparecer en el Congo) ha matado a más personas que todos los demás desastres que afligen a la humanidad, incluida la guerra. Quizá por eso nos deberíamos tomar muy, muy, en serio lo que ocurre y no contentarnos con frenar al Covid, sino generar a nivel global, planetario, una conciencia crítica de especie, una gestión activa para extender la formación y la educación, la tecnología y la cooperación no sólo por los países digamos «acomodados» sino para todos aquellos que rozan la indigencia y están martirizados. Quizá ha llegado la hora de unirnos como especie. La alternativa es perecer.  Desdichadamente la última palabra la tiene la política (en realidad, en muchas ocasiones, la política podría ser el quinto jinete). Quizá la solución esté en crear un nuevo tipo de política y despedir a los que no se ajusten a las verdaderas exigencias para ser político: honestidad, formación y altruismo.

Diario de un Confinado 13 de Abril del 2020

A través de los altavoces del Ayuntamiento suena, como cada mañana a las once, una serie de baladas, boleros, canciones de amor y alegría de vivir, de desengaños y de esperanzas. Durante poco más de treinta minutos la pequeña población comparte música, como un mensaje solidario y un guiño: estamos aquí, estamos juntos y recordamos juntos. Son aires musicales de los 70 a los 90, de una época en la que la mayoría de los vecinos que ahora escuchan nostálgicos, éramos jóvenes. Esto seguramente nos aliviará un poco el confinamiento.

Hoy el Gobierno ha decretado que muchos trabajadores de empresas no esenciales vuelvan, con las máximas precauciones, a sus trabajos. Es una medida difícil de tomar, delicada y contestada políticamente. El parón a la economía supone un efecto extremadamente grave al país. Pero esto no debe suponer un relajo en  el confinamiento del resto de la población. Es una medida controvertida y de consecuencias  imprevisibles. Precisamente por ello estoy con los que comprenden y apoyan al Gobierno, concretamente en esto. Y lamento la persistente y recalcitrante actitud egoísta y partidista de ciertas autonomías y ciertos líderes que generalmente siguen la orden de «vista a la derecha» y miopía hacia el resto del campo visual. 

El estado de alarma sigue vigente de momento hasta el 26 de abril. Las decisiones de desconfinamiento deben tomarse con sigilo, cautela y sentido común…más el asesoramiento de los expertos en sanidad y en epidemias. Caer en un rebrote generalizado nos devolvería a la pesadilla de las UCI colapsadas, los hospitales desbordados y las muertes a chorro  abierto. Lo inadmisible no es que el Gobierno trate de paliar el parón empresarial evitando en lo posible una reacción negativa del virus, lo que no tiene recibo es la violencia y la tensión política, la jaula de monos agresivos gritando su sinrazón en defensa de intereses partidistas. No he ahorrado críticas al Gobierno en muchos momentos de esta pandemia, sobre todo al principio. Soy un alérgico a los políticos actuales (no a la política,  que es necesaria cuando es buena y virtuosa, al estilo aristotélico) pero confieso que, analizando cada día las reacciones y respuestas de muchos países de este desdichado y hermoso planeta, el comportamiento del Gobierno español está dentro de esa minoría que puede recibir un aprobado, lo que es mucho cuando la nota de corte en un suspenso y es poco ante la otra minoría que no pasa de notable bajo con ligero olor autoritario. Señores de la muy desleal oposición al Gobierno, olviden sus diferencias y apoyen el hombro (que para eso les pagan) a la empresa común de sacar al país del marasmo donde se encuentra. Y si sus «convicciones» no se lo permiten, háganle un  favor a esa España que tanto y tan mal «defienden»: váyanse a casa y esperen a que esto termine, bien confinaditos, renunciando a sus opíparos sueldos hasta que todo se normalice un poco.

Alberto Díaz Rueda

Diario de un Confinado 12 de Abril del 2020

Un supuesto artículo del añorado Forges (no cuesta imaginar la lucidez con la que los personajes entrañables del dibujante nos harían más llevaderas las duras circunstancias que vive el mundo) que en realidad es de un periodista madrileño que todavía no se cree el éxito viral que ha tenido en la Red, nos habla del pecado mortal nacional de nuestro país: una sórdida, bindada y alabada mediocridad. Es la conjura de los necios elevada a la máxima potencia posible. El autor de la explosiva filípica dijo ante la sorpresa del éxito: «pero si no es más que un conjunto de obviedades». Amigo mío, justamente ese es el secreto de la mediocridad española: es tan obvia que pasa inadvertida transmutada en supuestas virtudes. 

Mediocridad la sale por las orejas al ministro de cultura, un tal Rodríguez Uribes, que considera desdeñable ocuparse de la Cultura ante lo que estamos viviendo. ¿De verdad? Alguien recordó una anécdota de Churchill (creo que todo el mundo cuando no sabe a quien endilgar una agudeza citan a Churchill, Russell, Groucho Marx o Einstein): en un Consejo de ministros en plena guerra cuando alguien dijo que se debería reducir o anular el presupuesto de Cultura, Churchill se negó en redondo y le espetó: «La Cultura es lo que nos permite entender lo que ocurre y más aún, es lo que nos permite soportarlo». Dimita, señor Uribe.

Mediocridad insultante es el comportamiento de muchos hispanos recalcitrantes que están creando un amplio anecdotario de la picaresca y el mediocre» ingenio» de sus excusas ante la policía o la guardia civil para que les permitan violar el confinamiento (por el momento la única medida junto con lavarse las manos que ha demostrado cierta eficacia para detener el virus), desde aducir con cara de total inocencia que van a tomar el sol y que no sabían que eso estuviera prohibido, hasta sujetos que le alquilan el chucho al vecino para salir a pasearlo, o el que lleva a un segundo pasajero metido en el maletero del coche, el que va a comprar con chándal, zapatillas y una bolsa a quince kilómetros de su domicilio, o el que consigue una bolsa de repartidor, tipo Glovo y sale a pasear en bici, el que poniendo cara de suficiencia dice aquello (pensaba yo que no se usaría nunca más a partir de la democracia, qué inocente) de «usted no sabe con quién está hablando, agente», o el que muestra un carnet de abogado, ingeniero o arquitecto y asegura que su profesión está entre las facultadas para salir del confinamiento, los que fingen malestar, enfermedad o síntomas y rozando lo poético, una pareja de mayores asegurando que iban a la playa a «dar de comer a los peces». 

En fin, mucho bueno está surgiendo en la ciudadanía a causa de este desastre pandémico, cuya gravedad aún está creciendo y es difícil de imaginar sus retorcidas consecuencias . Hay una mayoría que respeta las prohibiciones. Los héroes anónimos abundan, desde la cajera del supermercado al personal sanitario, los cuidadores, los agentes de la policía, soldados, guardias civiles, repartidores auténticos, farmacéuticos, agricultores y  hortelanos, transportistas, periodistas, personal municipal—la lista es enorme. La mediocridad ética es la que hace que muchos encuentren divertido e ingenioso todo lo que antecede; mediocridad es la de aquellos que admiran y ensalzan a una folclórica que grita y dice tacos en los programas populistas de la tele; al banquero corrupto con labia de chamarilero que defiende con argumentos penosos una inmoralidad pública en la que «todos se aprovechan» y los que no lo  hacen es porque «no pueden o no saben», a políticos de una ignorancia descarada y de encefalograma plano que dedican a insultar y desgañitarse con un ojo puesto en su sillón bien pagado y el otro en cómo aumentar el número y la violencia de los descerebrados que le siguen…No vale la pena seguir.

Diario de un Confinado 11 de Abril del 2020

Hace un mes. En marzo, el dia 11, miércoles a primera hora de la mañana, llamaba al presidente de La Comarca para hablar sobre la suspensión de la Marcha Senderista que había de celebrarse el domingo 15. Todo estaba preparado, pero había algo que ya estaba más que preparado, estaba dando muestras de actividad incesante: el virus. No había orden ni concierto en los niveles altos del poder político. Desconcierto, falta de información fiable, exceso de bulos, noticias alarmantes, líderes que se reían de las alarmas, países que no acababan de tomarse en serio las noticias ya confirmadas del avance brutal del virus en Italia: uno de los más viejos recursos psicológicos del ser humano (y de los más peligrosos para la supervivencia), la negación de lo evidente, la fórmula absurda y mágica que dice que si niegas algo con la suficiente persistencia, ese algo no te afectará, no existirá. Un recurso típico de mentalidades infantiles o aterrorizadas. Trump, Johnson, Bolsonaro, Macron fueron negacionistas contumaces.

Después vino el desamparo ante la imprevisibilidad relativa de la pandemia, la inseguridad de la población ante Gobiernos superados por un desastre que no tenía precedentes, el miedo, las medidas contradictorias, ineficaces, el comienzo de la toma de conciencia de la gravedad, el conteo inmisericorde de contagios y de víctimas, pero también las muestras de solidaridad, de apoyo, la heroicidad de muchos, la hora de los aplausos. Un juego de contradicciones donde destacaban los irresponsables que trataban de burlar el confinamiento  (única medida realmente eficaz que está amansando la curva ominosa de la catástrofe), los que se aprovechaban económicamente de la falta de medios, la lamentable actitud de algunos políticos preservando su pesebre y su ideología y sus intereses bastardos por encima de la tragedia global, la concreción de medidas a través del ensayo-error, los primeros descubrimientos de …y rodeándolo todo como una cúpula negra de tormenta, la amenaza de una crisis económica global de consecuencias difíciles de imaginar unido al egoísmo, el nacionalismo miope, la insolidaridad entre Estados.

Nunca como ahora son tan oportunos los versos de Mario Benedetti de «Cuando la tormenta pase»:

Cuando la tormenta pase/ Y se amansen los caminos/y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo…nos sentiremos dichosos/  tan solo por estar vivos/… le daremos un abrazo al primer desconocido/ y alabaremos la suerte de conservar un amigo.

Y entonces recordaremos /todo aquello que perdimos/ y de una vez aprenderemos/ todo lo que no aprendimos…/ Valdrá más lo que es de todos
Que lo jamas conseguido/ Seremos más generosos/ Y mucho más comprometidos.

Entenderemos lo frágil/ que significa estar vivos/ Sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido…/ Y todo será un milagro/ Y todo será un legado /Y se respetará la vida,/ la vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pase/ te pido Dios, apenado,/ que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado

Diario de un Confinado 10 de Abril del 2020

Desde la terraza de mi estudio, observo cómo  el sol cálido y dorado de la tarde prende en el paisaje silencioso, los bosques cercanos, el trazo rectilíneo de la Vía Verde, las suaves colinas que se extienden por la verde y boscosa llanura hasta el perfil dentado de las azules barreras de los Puertos, allá en el norte, donde comienzan las tierras catalanas. Es como uno de esos paisajes en miniatura que asoma en los cuadros de la Escuela Flamenca. Hay una paz campesina, simple, apegada a la tierra parda labrada, los olivos alineados, almendros floridos, bosques de encinas, pinares, sabinas…y sobre ese tapiz verde un cielo impoluto, azul: Pero hay un detalle imprevisto que se advierte poco a poco, como el tenue movimiento de una mariposa, es la ausencia de movimientos humanos, mecánicos. No se escucha el eco profundo de los aviones comerciales que suelen sobrevolar de paso estas tierras bajoaragonesas, relativamente cercanas al mar, o los estampidos súbitos de cazas que dibujan sus líneas y arabescos blancos en el inmenso medio arco del cielo. Ningún automóvil o camioneta circula por la carretera sinuosa que lleva al norte. Ningún vecino regresa de la labor del día en su tractor ruidoso, ni Desiderio el pastor pasa con sus ovejas hacia el corral.

Es un día especial de un mes especial. Es el viernes de abril santificado por la tradición y la costumbre religiosa. Pero es más singular porque no nos llegan ecos de tambores, campanadas, murmullo de rezos o sonidos de pasos acompasados. El mundo ha detenido su giro estacional humano. La Tierra sigue su marcha propia, indiferente a los sinsabores de esa especie de bichitos que se creen en la cúspide de la Creación. ¿Aprenderemos, nosotros los ilusos, la lección clara y cruel, que la Naturaleza nos ha planteado? ¿O seguiremos con nuestra soberbia y nuestra codicia, creyéndonos que la dominamos? Con estas y otras reflexiones, pasa la tarde. Escucho la maravillosa música del «Lakmé» de Léo Delibes y su delicioso «Dúo de las flores», mientras leo los Ensayos de Montaigne y trato de que todo lo inopinado que ocurre en el mundo, eso que nos obliga a estar encerrados y esperar -en el mejor de los casos- que de una manera u otra se llegue  a una solución, afecte mi capacidad de razonamiento crítico, mi amor a la vida, mis afectos personales, mi empatía por el resto de las personas que viven su «aquí y  ahora» en cualquier parte de este planeta, sorprendidos y desolados al reconocer nuestra impotencia. Escribe Montaigne: «Nada fija algo en tu memoria tan intensamente como el deseo de olvidarlo». Espero que no olvidemos nunca la dureza de esta lección y aprendamos a comprender que sólo la solidaridad y la cooperación entre todos nos permitirá sobrevivir a las catástrofes venideras que nos afectarán nuevamente a todos.

Diario de un Confinado 9 de Abril del 2020

Hay datos esperanzadores aunque tímidos todavía de ralentización de contagios y fallecimientos en España. Parece que, a pesar de haber reaccionado tarde y con dudas, estamos haciendo lo correcto teniendo en cuenta la falta de medios y el bloqueo sanitario, por falta de previsión. Pero, claro, es casi imposible prever lo imprevisible. Peor lo tiene Estados Unidos o Inglaterra con unos líderes negacionistas, uno de los cuales está en la UCI y el otro sigue patinando con tanta estupidez que quizá el mundo se libre de él (si es que hay sentido común, cosa que dudo, en los votantes trumpianos). Ahora, con un descaro y una desvergüenza alarmantes, culpa a la OMS, a la que su país financia muy generosamente, de no «haberle avisado con tiempo de la gravedad de la pandemia», cosa que sí ocurrió y «ha olvidado» que se le avisó a finales de enero. También ha «olvidado» que él se burló públicamente de esa «gripecilla» hasta que a finales de marzo tuvo que reconocer, no que se había equivocado y pedir disculpas, sino simplemente que «existía la pandemia y había que tomar algunas medidas, pero sin parar la economía». Sería cómico si no fuera trágico. Al fin y al cabo la pandemia se está cebando con los viejos y los negros (los dos sectores de población más desasistidos en el país) elementos escasamente necesarios para Trump. 

En cuanto a los fallecimientos por el Covid, en España se acercan a los 15.000. Pero seguimos hablando, como en todo el mundo, de cifras aproximadas, ya que el sistema de conteo es distinto en cada país. El número real en el mundo tal vez lo sepamos algún día en el futuro. Ahora, no. Ese «paraíso del humanismo y la solidaridad» que es Holanda (otra decepción para el que esto escribe) no admite pacientes de edad avanzada en los hospitales y cuando mueren no los contabiliza en las cifras oficiales. Alemania sólo cuenta los muertos que habían sido sometidos al test. Y en nuestro país parece ser que sólo se contabilizan los muertos en hospitales y centros sanitarios, no en residencias o en domicilios.

Me temo que otro de los «fallecidos» por el Covid sea la UE, a no ser que se apliquen medidas sanitarias y económicas contundentes (cosa que me temo que, gracias a Holanda y algún otro país, no va a ser posible). La OMC, la Organización Mundial del Comercio lo ha dicho bien fuerte y claro: «El proteccionismo no es la solución de la crisis económica y sanitaria, no somos autosuficientes, nadie puede hacer nada solo. La cooperación mundial es esencial». Pero, mientras, el jefe del Consejo Europeo de Investigación ha dimitido en protesta por la falta de respuesta y actitud común, de liderazgo,  de la UE frente a la pandemia. Aunque la UE ha atacado duramente al científico por su «protagonismo». Tendremos que reinventarnos como europeos. No queda otra.

Diario de un Confinado 8 de Abril del 2020

Seguimos percibiendo la dicotomía entre libertad individual  y bien común, entre disciplina social motivada y derechos individuales, entre ciudadanos preocupados por su derecho a ir a sus segundas residencias a pasar la Semana Santa y personas que aplauden las 300.000 sanciones aplicadas y las 3.000 detenciones realizadas con reincidentes y agresivos. Hay pueblos costeros que han creado retenes de policías municipales para bloquear los accesos. Mientras tanto la eventual mejora de las estadísticas de mortalidad y letalidad del COVID siguen despistando a la población. La mortalidad designa la proporción de fallecidos con respecto a la población total de la ciudad o del país de que se trate. La letalidad es la proporción de contagiados por el virus que fallece. En todo caso si la curva de Gauss desciende, aumenta la curva en ascenso de los que tratan de saltarse el confinamiento. La ausencia de una política común y  de medidas coordinadas entre los países de Europa (y del mundo, pero eso es otro tema) muestra a las claras una de las mayores decepciones políticas que el que esto firma, y tantos otros como yo, hemos tenido sobre la idoneidad de Europa como futuro nivel de Gobierno continental. Un sueño utópico más que se desvanece.

Creo que el Covid también afecta a las neuronas-espejo  (las encargadas de crear ese sentimiento maravilloso que se llama empatía) de sujetos-as que van dejando jirones de su humanidad. Me refiero a personas de ambos sexos que trabajan como cuidadoras o personal sanitario con escasa formación en demasiadas residencias de la tercera edad. Evidentemente son la excepción -y la vergüenza- de esa abnegada profesión que sólo merece aprecio y admiración por su papel en esta hecatombe. Pero para alarma de todos se repiten ejemplos de actuaciones que rozan la criminalidad contra esa parte de la población que está siendo la víctima propiciatoria del virus (sin olvidar la problemática compleja de las faltas  de ayuda, los recortes, la mala gestión o la dejadez de administraciones y políticos): nuestros ancianos. No voy a entrar en detalles. Duele de solo escribirlos.

Y, por último, mi queja desde hace mucho, demasiado, tiempo. Los bulos, la manipulación de las noticias, los alarmismos, la instrumentalización política a base de mentiras, exageraciones y disfraces «humanitarios». La extrema derecha sigue su marcha de desprestigio, de creación de angustia ciudadana, atizando los odios y las quejas, creando campañas apocalípticas y destructivas…pero eso sí, incapaces de dar ni una sola idea constructiva. La queja y el odio como directrices. Forman una voz única e identificable de AUSENCIA de inteligencia, realismo, compasión y solidaridad

Diario de un Confinado 7 de Abril del 2020

Parece que el confinamiento está dando un resultado positivo: la famosa «curva» de Gaus comienza a descender. Hay menos contagios y menos fallecimientos, pero la alarma está en vigor y, créanme ahora más que nunca debería ser. Todos los que de una manera u otra hemos trabajado en alguna ocasión en entornos de epidemias sabemos que las recaídas son muy peligrosas y aún más difíciles de erradicar. No escribiré de estadísticas y cifras provisionales, desconfío de los big data y de números sin constatar fuentes y sistemas de evaluación. Pero hay algo desgraciadamente constatado aunque no es su magnitud exacta: el enorme número de ancianos fallecidos a consecuencia del virus. La mayoría ingresados en las llamadas «residencias», mayormente bajo gestión privada.

Lo que más me llama la atención y me entristece es constatar cómo en pleno siglo XXI  parte de la sociedad española y muchas familias -quizá empujadas por necesidades y exigencias de nuestro actual modelo  de vida-  hayan olvidado el respeto y cuidado que merecen nuestros mayores, que sigamos unos criterios económicos y sociales que descarta a los ancianos como no productivos y por tanto onerosos para la sociedad y sus familiares, obstáculos del progreso social y el bienestar familiar.  Cómo se han podido olvidar que muchas familias han sobrevivido en algunas épocas gracias a las magras pensiones de los abuelos. Otras no existirían o no tendrían su supuesta vida confortable -que lo es en muchos casos porque los ancianos tienen un agitada vida activa cuidando de los nietos mientras los padres trabajan- sin los sacrificios y el trabajo duro que esas personas hicieron toda su vida para recibir como agradecimiento el ser aparcados en las mal llamadas «residencias». Lugares que más bien son » morideros» en los que ni siquiera, como en la vieja película «Soylent Green»,  los ancianos descartados morían pacíficamente y sin dolor escuchando la Pastoral de Beethoven con maravillosas secuencias de una Naturaleza verde y fértil  tal y como ya no existía en la película, un mundo arrasado por la contaminación global.

Pero dejémonos de películas. Lo cierto es que el Covid19 ha traído a la realidad una cuestión nada baladí: ¿qué diablos está haciendo la sociedad capitalista avanzada con sus ancianos? ¿Sabremos algún día con certeza el número vergonzante de ancianos que ha muerto en esas «residencias» o en cualquier otra parte por efecto del virus, de la dejadez culpable de las administraciones públicas frente al problema y de la codicia inhumana de multinacionales y fondos carroñeros?

Diario de un Confinado 6 de Abril del 2020

Hace más o menos un mes comenzábamos a percibir la alarma que venía de oriente, ante los bulos, la desinformación y la arrogancia de quienes creían que eso no sería una amenaza real a nuestro «sólido» sistema de vida. Fue la primera lección que aprendimos: la prepotencia es pura y simplemente insensatez. Cuesta creer, cuatro semanas después, con las cifras de contagios disparadas a niveles obscenos y de muertos a números apocalípticos.  ¿Saben ustedes que las cifras que nos llegan no son en absoluto exactas, que la víctimas reales las desconocemos, no sólo porque hay quienes las ocultan sino porque las sistemas de computación son irregulares, en algunos países inexistentes y en otros quedan disimuladas por otras causas?

 Pero lo más difícil de creer a estas alturas de la pandemia es que sigan corriendo bulos indeseables, mentiras interesadas, medias verdades manipuladas o ignorancia y estupidez negacionista. Hoy lunes las noticias siguen mostrando actitudes, comportamientos y tendencias absolutamente destructivas e insolidarias (que por lógica humana resaltan más que las maravillosas muestras de cooperación, compasión, ayuda altruista y humanismo que también abundan). Haré un rápido recorrido, desde mi particular «bestia negra» de la política internacional, ese dechado de reconcentrada cretinez pública que es el señor Trump, que pretende hacer más grande su país y está logrando su cometido: cada vez es más grande en su obstinada insolidaridad y mezquindad ombliguista. Y es más grande el rechazo y las críticas que recibe de sus antiguos aliados. Ahora ha dado en hacer su propia guerra comercial con el resto del mundo tratando de acaparar el mercado de material sanitario para luchar contra el Covid  aunque sigue presumiendo de su negacionismo irredente: ha declarado que él no se pondrá la mascarilla en ningún momento. Esperemos que lo haga así. Estados Unidos entra esta semana en los picos de contagios (más de 350.000) pero su nivel de vuelos internos sigue al nivel de siempre y el confinamiento público se reduce a algunos de esos Estados.

 Por cierto,  el primo gemelo de Trump (y no sólo en chocante aspecto físico) el señor Boris Johnson ha tenido que  salir del 10 de Downing Street para internarse en un hospital, pues su positivo en el virus sigue adelante (debe lamentar amargamente sus comentarios desdeñosos ante la pandemia y su renuencia a tomar las medidas adecuadas). Que conste que no deseo más que un susto a esos dos líderes que tanto daño están haciendo a la solidaridad global. 

 En otros lugares: Irak cuya guerra olvida la amenaza que ya tienen en casa, como Yemen y Siria. El negacionismo surrealista de los líderes de Brasil, Nicaragua y México que está agravando la potencialidad del virus, con mediocres sistemas de salud y una población con pocos medios y muchas aglomeraciones. O, lo que es muy alarmante, las recidivas de Singapur y Japón (el primer ministro Abe se niega aún así a declarar el estado de emergencia).

 En fin, un panorama poco alentador. La cretinez de algunos con poder sigue complicando las cosas. Es la historia eterna de nuestra especie.

Diario de un Confinado 5 de Abril del 2020

Hoy es domingo. Hay que darle una valoración precisa a ese detalle significativo, no sólo desde el punto de vista religioso, cada vez lo es menos y creo que nos perdemos algo importante con eso, sino desde el más profundo de la necesidad del ámbito de lo sagrado en la vida. A través de los siglos hemos sustituido lo sagrado por lo religioso y éste por la banalidad del ocio y la exigencia permanente de diversión, de entretenimiento, de deporte compulsivo, de relaciones superficiales y neuróticas y del histerismo feroz de los medios digitales, que es la última vuelta de tuerca de la deshumanización. La pandemia ha detenido el viejo mundo. Nos vemos encerrados con nosotros mismos. Y en vez de reflexionar, de analizar, de aquilatar y de buscar lo más profundo (eso sería en realidad una manera de volver al misterio de lo sagrado) la mayoría opta por el envilecido pero neuroticamente necesario esclavismo de la pantalla luminosa. Aún así, hoy es domingo. Dejamos en paz el baile de la muerte de los datos ominosos o la fugaz esperanza de la remisión de la «curva» de contagios y respetamos el tradicional mandamiento del descanso (que nuestros hermanos judíos trasladan al sabath y los hermanos musulmanes al viernes).

Así que hoy les voy a regalar dos cuentos breves. El primero transcurre en un pueblo perdido del África más desasistida, un recinto de chozas de adobe y cañas, susurrante de insectos bajo el manto aplastante del sol. Una joven antropóloga norteamericana quiere celebrar su último día de convivencia con los niños de la  tribu. Ha terminado su trabajo de campo y convoca una fiesta infantil (en la que se va a llevar una sorpresa decisiva para sus hipótesis). Los niños la rodean pues les va a plantear un juego con premio incluido. Les muestra una cestita llena de relucientes chocolatinas americanas, con sus lujosos envoltorios de chillones colorines. Los pondrá a todos de cara a un gran árbol cercano, tras una línea en el suelo y les dirá que esperen su señal. Ella irá hasta la sombra del árbol y allí depositará la cestita. «Esta cesta y su contenido de chocolatinas será para el primero que logre llegar hasta ella. A la de tres, corred hacia ella y que gane el más rápido». Uno, dos y…los niños se miran entre sí y alguno susurra algo…y ¡tres! Entonces, asombrada, ve como todos los niños se dan la mano y corren juntos de manera que llegan todos al mismo tiempo bajo el árbol del premio, riendo como locos.

El segundo cuento nos habla de un profesor ingenioso en una clase asturiana de niños de 3 a 5 años. Un día lleva a clase globos de fiesta de diversos colores. Hace que los niños los hinchen, uno cada niño, y que pongan su nombre en él. Cuando los tiene todos, pide a los niños se pongan en un extremo de la clase y él en el opuesto. «Atended niños, ahora voy a soltar los globos hacia vosotros y cada uno tiene que encontrar su globo, el que tiene su nombre. Cuando estéis todos con él, habré medido el tiempo que tardáis en hacer este ejercicio tan fácil y divertido». Efectivamente, lanza los globos y los niños, gritando y riendo, se precipitan a buscar el suyo. Todo es una enorme y divertida confusión. Pasan los minutos y son muy pocos los que ha  conseguido apoderarse de su globo. Cuando, sudorosos y satisfechos se presentan ante el profesor, ven algo confusos que éste les habla con cierta seriedad. «¿Queréis que os cuente un truco que hará que todo este tiempo y trabajo que habéis derrochado en el ejercicio sea muchísimo más tranquilo, descansado y rápido? Todos dicen que sí, todavía con la respiración agitada por el esfuerzo y el correteo de un lado para otro. «Pues bien, dice el profesor, ahora lo vais a hacer de otra manera. Cuando yo lance los globos, cada uno cogerá el primero que le llegue a las manos. Después mirará el nombre que hay escrito en él. Puede ocurrir que  sea el suyo, pero es bastante improbable. Será de otro compañero. Pues bien, en lugar de desecharlo, lo llevará al compañero cuyo nombre tiene el globo. En un minuto, los niños, silenciosos y admirados, comprobaron que todos tenían su globo y nadie se había cansado en buscar el propio, otro compañero se lo había dado.»

La moraleja de estos dos cuentos tiene que ver con ciertas actitudes fundamentales que toman algunas, no todas, las personas que vivimos este drama, a menudo tragedia, del Covid 19. Piensen en ello.

Diario de un Confinado 4 de Abril del 2020

Tras las últimas lluvias el campo ha reverdecido, el sol resalta los colores vivos y frescos de una Naturaleza indiferente a  los males humanos. Aunque si imaginamos sentimientos en la Naturaleza, posiblemente la veríamos sonreír aliviada por lo que ocurre: toda esta tragedia humana global  está insuflando salud  y fuerza a una Naturaleza muy  dañada por las actividades humanas: desde el cambio tajante de los niveles de contaminación en las grandes ciudades, a los descalabros que el turismo masivo y las labores irresponsables para el medio ambiente o las afectaciones imputables a las industrias contaminantes y, en general, a la codicia humana, nos están abocando a un cambio climático de consecuencias  imprevisibles. Observemos que los mismos negacionistas indignados y agresivos sobre el cambio climático, en un primer momento también negaron al Covid-19 y sus efectos planetarios (el señor Trump, sin ir más lejos).

Trato de reforzar un cierto optimismo, aplicando el consejo del maestro estoico Epicteto: preocúpate de aquello que está en tu manos arreglar, soporta y aprende de lo que está fuera de tu alcance resolver. Pero aún así, las píldoras informativas que me van llegando, hacen ardua esa labor. En general son muy duras y refuerzan aquélla frase de Swift (el autor de «Gulliver») que ya en el siglo XVIII decía lamentar pertenecer a una especie, la humana, que constituye por sus acciones, su codicia y su estupidez, «la más dañina clase de bichos que pueblan la Tierra». Y como muestra, un botón, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, uno de los negacionistas, que ahora se ha pasado al otro extremo y ha dado luz verde a la policía y al  Ejército para que disparen sobre las personas que rompan la cuarentena y se agrupen para saquear las tiendas de comestibles. ¿No sería suficiente con detenerlos y juzgarlos?

Me hago eco de dos noticias con apoyo mediático que no va gustar nada a la clase de los privilegios: los políticos. Por un lado se  insiste en que deben desaparecer los complementos y dietas extrasalariales (por ejemplo, por desplazamientos, justo en estos días en que no se desplaza la mayoría)  de los ya demasiado bien pagados sujetos. Ahora se empieza a pedir que se aplique un ERTE a la clase política, aprovechando las circunstancias, para eliminar el exceso improductivo y oneroso en que ha caído el país (desde hace generaciones, corregido y aumentado en estos tiempos). Lamento parecer ingenuo pero me gustaría que alguien me explicara por qué se pagan a los políticos primas de asistencia a sus órganos de deliberación si eso es, justamente, parte del trabajo por el cual les pagan sueldos que envidian las tres cuartas partes de la población española. Para terminar este sucinto resumen de mi jornada de confinado, dos asuntos más que me han inquietado: las amenazas de muerte que recibe Antonio Taucci, el experto en epidemias que ha usado la Casa Blanca para modificar la inicial negación de Trump de la importancia del virus. Elementos de la ultraderecha que empuja en pro de la reelección de Trump han «condenado» a Tucci por su papel de «mensajero de desgracias» que puede obstaculizar la reelección del presidente más nefasto que ha tenido el gran gigante norteamericano en los últimos tiempos.

Y el hecho asombroso, por su estupidez y crueldad, de que las guerras localizadas en Siria, Irak, Libia o Yemen no se han detenido y parece seguir cooperando con el Covid para diezmar la población civil martirizada en esos países. ¿Negacionistas o simplemente psicópatas del poder y de la violencia?

Diario de un Confinado 3 de Abril del 2020

Hay días de encierro en los que la clausura tiene un deje amargo y otros, la mayoría, en que la solidaridad de la gente, sus mensajes, sus trabajos compartidos que cuelgan en la red, las noticias que los medios serios destacan por encima de las frivolidades, los hacen más llevaderos, incluso agradables o emocionantes. Hoy es de los primeros. Tiene relación con unos juicios inicuos que veo demasiadas  veces reproducidos, la idea (falsa) de que el virus afecta a los mayores de 70 años  preferentemente y algunas consideraciones sobre que habría que priorizar salvar a los más jóvenes en situaciones en que la carestía de medios obliga a seleccionar. Sófocles, Goethe, Verdi, Borges, Saramago, Matute, Scorsese, Freud, Einstein o Eastwood, lo tendrían muy mal en estas tesituras. Incluso ha habido una circular de la consellería de Salut de la Generalitat a los equipos sanitarios  sugiriendo esa solución al dilema ético que se puede plantear, aunque elevando la edad de corte a los 80 años. Curioso que esto venga de una institución co-responsable de la mala gestión de la sanidad en Cataluña (señor Mas, la historia le pasará cuentas por las dos brillantes iniciativas que implementó, el procés extremista y el desmantelamiento sanitario catalán). Creo que lo que ocurre es suficientemente serio como para no plantear públicamente esos dilemas morales y dejar espacio a la ética profesional de los que se enfrentan a la situación.

Por otra parte, el desalmado uso delictivo que algunos hackers hacen de sus habilidades informáticas y de su nula moralidad para introducirse en los sistemas sanitarios, emitir noticias falsas y alarmistas, aprovechar los ERTE para, haciéndose pasar por el Servicio Público de Empleo, conseguir datos bancarios de los trabajadores en suspenso, crear falsas ONG o campañas fraudulentas  de ayuda a los más necesitados…en tiempos de guerra, actividades dolosas semejantes constituían un delito que se pagaba con la pena de muerte.

Y por fin, aunque es una noticia que pongo entre paréntesis por no tener confirmación fidedigna, una mujer joven, posiblemente política en ejercicio en el Parlamento andaluz, protesta por el rechazo de la mayoría de sus compañeros de la Cámara –en ningún momento dice a qué partido pertenece–, a una propuesta de recortar los sueldos y dejar de cobrar las generosas dietas que reciben por la asistencia personal o virtual a la sede autonómica, por desplazamientos, incluidas comidas y hotel. Todo ello para ayudar a las necesidades económicas que comienzan a aparecer en el pueblo andaluz. Lo cito más como un síntoma de defensa de los privilegios de clase de la que ya había tenido noticia  desde hace años prácticamente en todas  las autonomías y, por supuesto, en el Gobierno central. Que los políticos cobran mucho, tienen privilegios como dietas y blindajes económicos y además consideren totalmente justificado el gasto que supone al país su codicia institucionalizada, es una cuestión a plantearse. Sostengo que la política, los políticos, son necesarios y a veces imprescindibles para gestionar la complejidad de un país, junto con muchos técnicos, expertos y funcionarios. Otra cosa es que en conjunto haya demasiados para un país como éste y que en bastantes ocasiones resulten abusivos, corruptos, redundantes o inútiles. Y en algún caso, todo al mismo tiempo.

Diario de un Confinado 2 de Abril del 2020

Por enésima vez, no busquemos culpables. Afrontemos la situación con lo que tenemos y ampliando las ayudas hasta el máximo punto posible. ¿Creen ustedes que la penuria sanitaria ante el desafío monstruoso del virus es algo natural, achacable a la ruptura de límites que supone, por definición, una pandemia global? En absoluto. Es una catástrofe no previsible, pero la respuesta podía haber sido otra de haber dispuesto de una estructura sanitaria pública española que se hubiera limitado a crecer de forma equilibrada desde los noventa hasta hoy, a pesar de la crisis financiera del 2008. Quizá podía haber habido una cierta frenada invertiva,  pero no una política de acoso y derribo, totalmente irresponsable, impuesta por la clase política a los hospitales públicos y el personal sanitario.

No vamos a entrar en acusaciones contra partidos o líderes. Al menos,  mientras esta pesadilla acabe o se estabilice o aparezcan vacunas efectivas, hagamos como aconsejaba Bertold Brecht (con otros objetivos): «Borremos las huellas». Justo lo que con una desvergüenza patética hacen ciertos políticos/as que creen que el pasado se reescribe cada día, como nos cuenta Orwell en su «1984». Señores políticos, aparte de la mala memoria de cierta masa popular que no ve más allá de los mensajes manipulados en algunas teles o en internet, existen hemerotecas y archivos que muestran las declaraciones públicas de ciertos políticos, en aquellos años infaustos, justificando el brutal recorte en la Sanidad española (y no digamos de la catalana, con Mas a la cabeza de un recorte semejante). ¿O es que hemos olvidado las reiteradas protestas públicas de las «batas blancas» por toda la geografía española?

Según datos de la OCDE, España es el 4º entre los países de Europa que más ha recortado la sanidad pública (detrás de Grecia, Islandia y Portugal),  el número de camas, UCIS, médicos y sanitarios en los hospitales públicos o directamente han privatizado servicios, locales o hospitales, buscando un virtual desmantelamiento de nuestra Sanidad Pública.

La situación actual en el mundo sanitario español, colapsado por las víctimas del virus, es patética y éticamente desgarradora. La falta de material profesional está causando indefensión y contagios entre el personal sanitario que está desbordado por la afluencia de enfermos y se ven sometidos no sólo a un estrés demoledor por el exceso de trabajo y la falta de descanso que motiva el personal escaso, sino a decisiones a vida o muerte entre pacientes a los que no se puede atender debidamente.

Por tanto, en el humilde alcance que pueda tener este escrito y en cuanto la pandemia remita y volvamos a una cierta normalidad, INSTO  a todos cuantos me lean a sumarse a una convocatoria nacional bajo el lema: RECORTES SANITARIOS NUNCA MAS, INVERTID EN SALUD.

Diario de un Confinado 1 de Abril del 2020

Empleando una frase de Bertrand Russell dedicada a otro asunto, pero que resulta muy adecuada para una de las cuestiones que más me preocupan en este momento, Europa y su falta de solidaridad, diría que la UE ha demostrado ser «una hermosa hipótesis destruída por una fea realidad». Aquí, en este confinamiento rodeado de amenazas, cuando nos bombardean por todas partes con noticias desalentadoras, bulos de una vileza sorprendente, premoniciones económicas catastróficas, aunque también con ramalazos de ingenio optimista, de esperanza en cambios positivos, muestras de esa solidaridad humana que se echa en falta en tanto encopetado tecnócrata comunitario…uno recuerda las palabras de Goethe en una ocasión bélica para su país, Alemania: «O nos implicamos todos en un quehacer común o pereceremos». La canciller alemana debe conocer esa frase del gran genio poético y literario de su país.

La angustia del presente unida a la ansiedad por el futuro es una mezcla desesperante. Ningún país puede por si solo salir de este pozo sin el apoyo en piña del resto de los países de su entorno geoestratégico. Por eso sueño en estos días difíciles con una poderosa corriente subterránea que emerja en cada país de la UE y que fertilice el único vergel sanitario y económico que nos puede alimentar a todos y cada uno de los países comunitarios e incluso a los vecinos que no lo son,  pero que nos necesitan: la solidaridad y la  cooperación internacional. No dejemos que tan bella hipótesis política y económica sea destruída por la fea realidad del egoísmo y la rapacidad de algunos políticos sin visión de futuro.

Mañana les hablaré de la Sanidad española, esa depauperada víctima de políticos sin escrúpulos.

Diario de un Confinado 31 de Marzo del 2020

Llueve mansamente sobre el pueblo.Algunos vecinos, pocos, van a la tienda de Valentín a proveerse de algunos alimentos. Se les ha pedido que usen guantes y mascarilla o pañuelo sobre boca y nariz, que mantengan las distancias aconsejables entre ellos y que esperen ordenadamente su turno sin que entre en la pequeña tienda más de una persona. Todos cumplen de forma admirable.

Parece que se empieza a ver algo de luz al fondo de larguísimo túnel. De momento, como era de esperar, el número de fallecidos aumenta y también el de positivos. El de contagios va, muy lentamente, disminuyendo. La consigna se repite una y otra vez: no se puede bajar la guardia. Es más: hay que extremar sin descanso las precauciones. El confinamiento está dando resultado. Aún no ha llegado el momento de valorar sus grandes secuelas. Cada cosa a su tiempo. No es momento de seguir politizando la labor del Gobierno o de juzgar su carácter errático, lo que acontece no tiene precedentes y es comprensible que se cometan errores o excesos. Ahora hemos de estar juntos y a una: derrotar al dichoso virus, Sacar rentas políticas partidistas en este momento no sólo es una verguenza, es una vileza.

Por fortuna estamos lejos de dirigentes políticos de la brillante ejecutoria de TRump, Johnson, Bolsonaro y otros tan necios como el ulranacionalista presidente de Hungría, Orban, que se ha adjudicado poderes absolutos o el enloquecido dirigente de Biolorusia, Lukashenco, que niega la mortandad de la pandemia, un invento de occidente, y sugiere que ese bichito no se resiste a una dieta de vodka, sauna y sano trabajo en el campo. Sólo hay algo permanente en este mundo azaroso de cambios: la estupidez humana.

Diario de un Confinado 30 de Marzo del 2020

El confinamiento se endurece y tiene su lógica: empezamos la semana más dura, aunque los contagios parecen haberse estabilizado (lo que no quiere decir que no los haya sino que lleva dos días en que la cifra de nuevos contagiados se mantiene estable). Sin embargo las cifras de fallecidos si.gue aumentando, lo cual también es lógico por el efecto «ola», es la suma de antiguos contagios positivos que han seguido un curso de evolución desdichadamente negativo. Es más dura porque la gente está cansada, tiene miedo, desconfía de sus autoridades que parecen reaccionar tarde y mal, tienen problemas de espacio relacional, se les acribilla de «fake news» y de mensajes alarmistas o de la actividad de ciberdelincuentes, les asusta la crisis económica que se anuncia y no ven con claridad que todo esto llegue a su fin para el dia 12 de abril, domingo de, vaya por Dios, Resurrección en la simbología cristiana.

Decía el filósofo francés Pascal que gran parte de la infelicidad y los errores de los seres humanos nace de la incapacidad que tenemos de no saber quedarnos en casita y limitarnos a disfrutar de lo que tenemos y queremos. Cuando nos lanzamos al mundo sin respetar las cautelas que mantenemos en casa, abrimos el baúl de los errores y sugen la envidia, la codicia, los deseos no naturales ni necesarios. Quizá podríamos sacar elementos positivos, de confianza y de seguridad, de estas estancias obligadas en casa. Tal vez aprender a comprender y respetar a los que tenemos cerca. Y, la guinda del pastel, a recobrar la función de amar, un setimiento que suele dejarse olvidado en cualquier rincón de la memoria.

Diario de un Confinado 29 de Marzo del 2020

Cada día ofrece su particular noticia con sus ecos de humanidad o de inhumanidad. Somos una especie curiosa, atrabiliaria, sorprendente, vergonzante o detestable. Como norma suelo reflexionar en lo que refleja un esfuerzo de ayuda, generosidad, solidaridad, cordialidad, belleza o compasión. La parte oscura no la sopeso, trato de comprenderla y paso a otra cosa. Mientras escribo suena en los altavoces del pueblo la música bellísima de Bach, Vivaldi, Handel o Albinoni. Esa es una ayuda psicológica relajante que no tienen esos millones de indios colapsados en las grandes ciudades, Bombay, Delhi, Jaipur y otras, porque el Gobierno, ante la pandemia, ha decretado, con cuatro horas de antelación, la suspensión de los transportes público. Millones de personas con trabajos precarios viven en pueblos distantes entre 40 y más de 100 Kms. de sus empleos. Y ahora están colapsados en las salidas de las ciudades y crean un éxodo dantesco  de hombres, mujeres y niños caminando con sus hatillos por las carreteras. Estas pobres personas no están para músicas.

De los 195 países inscritos en la ONU, 180 están en estado de alerta por el virus y muchos de ellos con medidas de confinamiento. España ocupa la cuarta posición en contagios, detrás de Estados Unidos, China e Italia. Mientras, ese oxímoron inaceptable que es la Unión Europea (unión y europa son dos conceptos opuestos) empieza a mostrar los agudos dientes de la insolidaridad y el abuso del capitalismo salvaje obcecado con las ganancias. Son media docena de países de los 27 que formamos la Unión. Alemania, Países Bajos, Austria, Finlandia (que había sido uno de mis países preferidos por cómo gestionó las crisis de 2010 y 2015 llevando a la cárcel a banqueros e inversionistas piratas) vuelven a exigir medidas como las que llevaron a Grecia a la ruina y desesperación. La mayoría comparten la lengua alemana y aceptan el liderato indiscutible de la líder carismática (¿les suena eso?). Alguien dijo que el que no sabe aprender y recordar sus errores está condenado a repetirlos. 

Y un ruego: no caigamos en el exceso de represión. No nos volvamos «comités de vigilancia» de barrio, al estilo de los cubanos de Fidel o de Stalin o de Ceausescu. Un poco de cautela. En las grandes ciudades ha habido trifulcas vecinales desde los balcones contra personas que salían con niños o jóvenes al parque o a pasear. Muchos de ellos, no todos (siempre hay espabilados que van a la suya), son personas afectadas por los TEA (trastornos del espectro autista) o discapacitados con alteraciones conductuales a los que el confinamiento provoca agravamiento de sus síntomas y dolencias. Se ha pedido por la Red que, mientras esté vigente la orden de confinamiento,  lleven un brazalete azul para que la gente sepa que son casos excepcionales. 

Diario de un Confinado 28 de Marzo del 2020

En estos días aciagos, de horizontes limitados, inseguros y premonitorios, me viene a la memoria la vitalidad alegre, desenfadada y sabia de Alexis Zorba. ¿Recuerdan ustedes? Era el protagonista – y trasunto un punto salvaje del escritor griego Nikos Kazantzakis- de la novela «Zorba, el griego», que siempre tendrá el rostro duro y noble de Anthony Quinn, en su versión fílmica. En un momento de turbación y fracaso, Zorba reflexiona en voz alta: «Qué cosa tan simple y tan frugal es la felicidad: una copa de vino, una castaña asada, un brasero caliente, el rumor del mar…». La sencillez de lo auténtico, de lo bello, en cierto modo de lo esencial. Es la meditación de lo simple, lo que está al alcance de la mano; es barato, sencillo, su precio es  apenas nada, pero tiene un inmenso valor. El del simple vivir. Cuando se nos limita ese placer, por las razones que sea, pero ampliadas por el incierto peligro de enfermedad y muerte (no por lejano e improbable, menos cierto: «Mors certa, hora incerta») uno capta sin esfuerzo la lógica vibrante y vigorosa de la filosofía de Zorba. Así que, haga el favor, destierre la aprensión y el temor, mire el cielo azul tras la ventana o el balcón, el sol derramándose sobre las cosas, el perro persiguiendo mariposas por el patio del vecino, sírvase una copa de vino e invite a quien tenga a su lado, o a sus amigos predilectos si está solo (si son verdaderos amigos, están dentro de usted) y brinde por la vida, por las cosas sencillas y plenas. Recuerde que el amor a la vida no es un concepto estático sino el cultivo dinámico de la capacidad de percibir las formas de la belleza y la bondad en cuanto le rodea. Y si tiene buena memoria peliculera y tiene presente las imágenes finales de «Zorba, el griego» échese un sirtaki o cualquier danza que usted conozca, desde la jotica a las bulerías o la sardana; sí hombre, ahí mismo, en el comedor, sorteando sillas. La danza, sea cual fuere, da una rara felicidad al cuerpo y sosiega la mente, por muy desmañado que usted sea. Créame, es más cierto lo que le digo que la mayoría de las cosas que usted lee, en estos días, sobre el coronavirus.

Diario de un Confinado 27 de Marzo del 2020

El hirviente caldero informativo y también el desinformativo, las «fake news» y los «expertos» que salen del anonimato para cobrar su minuto de gloria dando las más peregrinas explicaciones, los miles de memes, videos, chistes y cantinelas varias que burbujean en la Red y el runruneo irritante de las teles, las radios y los periódicos desde los más serios a los más irresponsables están creando un «colchón de ruido» que tiene desconcertado al personal. Uno de los rotativos más serios pregona que «el covid ha venido para quedarse» y que las órdenes de confinamiento están motivadas más que como una forma de prevención del individuo, que también, como una forma de escalonar el sistema sanitario para que no se desborde y se bloquee. Y sugieren que acabaremos tratando de seguir el ejemplo de Singapur, donde se incide de forma tajante en las medidas personales de higiene y cuidado y no se ha decretado el aislamiento de los ciudadanos y incluso las escuelas siguen abiertas. En otros lugares de información, más o menos fiable, se reafirma que la mayor parte de la población deberá pasar por el virus y que se irá creando una inmunidad natural hasta que llegue el momento de que se pueda disponer de vacunas efectivas. 

La buena noticia del día es que el ritmo de contagios parece que se ralentiza. Y se advierte, con mucho sentido común, que las medidas elementales de higiene y de no contactos deben mantenerse por el momento de forma indefinida. Parece que el signo de los nuevos tiempos va a ser la casi virtualidad de las relaciones humanas. Supongo que con los años todo se irá relajando y convirtiéndose en algo distinto a lo que ha vivido la humanidad en sus relaciones sociales. Es como si el modelo virtual del mundo  digital se fuera a convertir en «lo correcto» en la articulación de las relaciones. Los contactos piel a piel serán aislados y esporádicos y reducidos a una total intimidad. Como en el universo digital de facebook, twiter y demás se sustituyen las emociones por emoticones y la conversación por tecleados y la personalidad por esquemas virtuales y las personas físicas por avatares. Muchos, los de más edad seguramente, se apuntarán a aquella inmortal frase de Groucho Marx: «Que paren el mundo, que yo me bajo». Afortunadamente sigue habiendo personas que, como el doctor Rieux, el protagonista de «La Peste» de Camus, dicen: «Sé únicamente que hay en este mundo plagas y víctimas y que hay que negarse tanto como le sea a uno posible a estar con las plagas».

Diario de un Confinado 26 de Marzo del 2020

Como suele ocurrir en todas las desgracias humanas masivas, siempre se dan dos caras en la situación, no del todo aisladas , a menudo se solapan: la desesperada, insolidaria, individualista, a veces cruel…y la que transmite serenidad y fortaleza, alguna sonrisa, compasión y a veces sentido limpio del humor. Decía Epicteto, el sabio estoico, que nos hay cosas malas y cosas buenas, que hay una manera de afrontarlas y percibirlas que las hacen buenas o malas. Que  en toda cosa mala hay escondida una semilla de bondad y que en muchas cosas buenas hay una posibilidad de hacer el mal sin intención y sin malicia. Eso lo estamos viendo cada día en las reacciones de apoyo de muchísimas personas, en aportaciones saludables y humorísticas en  la Red y los medios, en los que proliferan las ofertas de todo tipo para hacernos más llevadero el confinamiento.

Mientras el caballo desbocado de la pandemia sigue aumentando el número de casos en el mundo (a medio millón han llegado en este día) las noticias de recesión, control y disminución de diagnósticos positivos y fallecimientos en algunos países, conforman un gesto de esperanza y un aviso para no bajar la guardia. Pero hay un efecto sintomático, no demasiado extendido pero alarmante de esta pandemia: la estupidez de una minoría, tan escasa como escandalosa. No entraré en la cretinez de particulares que anteponen sus caprichos al peligro de contagio. Hoy traigo a la palestra a dos dignos imitadores de las «inteligentes» posturas iniciales de Trump, Johnson o Putin: se trata de los presidentes de Brasil y el de México: unos  majaderos llamados  Bolsonaro y López Obrador. El primero no toma medidas pues considera que el Covid es una «gripecilla» y que «hay demasiada histeria internacional al respecto». El segundo riza el rizo de la imbecilidad y asegura que la mejor defensa contra esta «supuesta» pandemia es seguir uno con la rutina de siempre y si acaso llevar en el bolsillo un amuleto o una estampita de la Virgen o de cualquier santo adecuado.  Creo que ni siquiera Groucho Marx o Woody Allen sabrían bromear con tan eficaz necedad.

Diario de un Confinado 25 de Marzo del 2020

Desde mi mesa de trabajo, habilitada temporalmente en el salón de casa, junto al ventanal que da a los campos de las afueras del pueblo, solía ver a los vecinos conducir sus ruidosos tractores a sus tierras, a algunas personas que pasean y quizá a unos forasteros con bastón y mochila que inician allí mismo el PR que une el pueblo con otro situado a tres horas de caminata por senderos muy hermosos. Ahora nadie camina bajo mi ventana, sólo los sempiternos gatos (la población gatuna se ha apoderado de las calles del pueblo) y alguna vecina presurosa que regresa de hacer la compra en la única tienda de la pequeña localidad turolense. Hay un silencio y una paz somnolienta que favorece la reflexión y la lectura, a pesar de la amenaza potencial del virus coronado que flota por todas partes como una inquietud ominosa y casi imperceptible.

Hoy he decidido silenciar el móvil, excepto las urgencias que puedan requerir mi ayuda o consejo, reducir mis accesos por radio o Internet a las noticias, apartar los gráficos y apuntes sobre el progreso de la enfermedad y meditar en lo que ocurre desde un punto de percepción libre de miedos y juicios de valor, un pensamiento más creativo que crítico, aunque realista en lo posible.

La pandemia está apuntando de forma lógica hacia un cambio de perspectiva de la compleja actividad humana en todos sus niveles: abandonar los enclaustramientos de familia, tribu, raza, riqueza o nación y aplicar soluciones y estrategias basadas en la solidaridad y la cooperación. Exactamente relacionado con el modelo de la naturaleza y expansión del Covid. El virus no entiende de ricos o pobres, españoles, ingleses o rusos, con fronteras sólidas o sin ellas, inteligentes o tontos, poderosos o esclavos, terratenientes o viajeros de pateras, musulmanes o cristianos, abuelos, padres o hijos…destroza la solidaridad o la pone a prueba y despierta la intolerancia de muchos, el egoísmo, la codicia, la histeria y el pánico.

Bertrand Russell acaba su libro “¿Tiene el hombre futuro?” con esta larga frase: “Con los ojos del alma veo un mundo de gloria y regocijo, un mundo de mentes en expansión, de esperanza inextinguible, donde las nobles ideas y actitudes ya no sean condenadas como traiciones a cualquier causa mezquina. Todo esto puede suceder sólo con que permitamos que suceda”.

Diario de un Confinado 24 de Marzo del 2020

Dos noticias resaltan hoy en la corriente encrespada en las informaciones sobre las circunstancias que nos afligen. Una de ellas se llama especulación. La otra, irresponsabilidad delictiva. La primera está agravando exponencialmente una crisis económica que ya se estaba gestando antes del Covid. Es hora de carroñeros. En las Bolsas sigue el acoso y derribo creado no sólo por intereses de esos animales «racionales» que se alimentan de desastres, cuidando no manchar con la sangre de los exprimidos sus trajes de ejecutivos millonarios, sino por la codicia y el desenfreno de ciertos líderes de grandes potencias antaño enfrentadas que apadrinan hackers y creadores de bulos para desestabilizar a un rival que ya no merece ese nombre, la UE. No tienen bastante con gestionar la igualitaria pandemia en sus propios países, sino que agravan los deterioros económicos europeos para convertir en esclavo al que antes sólo fue rival. Eso sin hablar de la cara desalmada del capitalismo: los sujetos y las empresas que se están enriqueciendo especulando con el material sanitario.

Entremos en el segundo síntoma de la crisis. La incomprensible irresponsabilidad de: más de 60.000 mil personas que se pasan el confinamiento por las narices y deben ser denunciados y sancionados y los 600 individuos que además han sido detenidos por reincidencia o resistencia a la autoridad; la estupidez  perversa de unos hackers que tratan de afectar las redes informáticas de los hospitales o de gentes que propagan bulos y mentiras buscando el pánico de la población. Me cuesta entender a unos y otros desde un punto de vista patológico o ni siquiera racional.

Mientras tanto, hoy se ha alcanzado un nuevo pico de contagios y de fallecimientos en España (462, en las últimas 24 horas).  Las estadísticas revelan que los hombres son más afectados que las mujeres y que los ancianos de más de 60 años son los más proclives al contagio fatal. Yo tengo los dos elementos estadísticos. Como dicen los clásicos, «Que Dios reparta suerte». El secretario general de la ONU,  Antonio Gutierres. ha pedido al mundo que silencien los cañones. «Nuestro enemigo es el Covid». Parece que todavía hay lugares en el planeta donde los fusiles indican con sus estampidos el paso de las horas. En esos países el Covid puede arrasar sin barreras.

Diario de un Confinado 23 de Marzo del 2020

Hasta el 11 de abril, sábado, se prorroga el estado de alarma. Creo que debería cambiarse la nomenclatura oficial: es más apropiado hablar de estado de alerta que cumple mejor con los objetivos: hay que implementar las medidas de alerta hasta el máximo y evitar que la gente se alarme demasiado y no entre en pánico histérico, aunque quizá ya sea tarde para hablar de ello.

En este momento hay 168 países infectados y 330.000 casos de contagio en el mundo en una curva ascendente. Con países con líderes populistas y aislacionaistas como Estados Unidos e Inglaterra que se mofaron en principio del Covic y ahora empiezan a tomar medidas aunque suaves, o como Méjico y Brasil que creen que la cosa no va con ellos o la India con mil millones de habitantes que declaran una especie de toque de queda que los recluye de día y los libera de noche y no saben qué van a hacer si la pandemia se les dispara. En muchísimos lugares del mundo carecen de agua y jabón.

¿Cuesta tanto entender que el Covic es una pandemia y que nos concierne a todos los seres humanos? ¿El «Me first» -primero yo- de Trump no resulta ser una cretinez mayúscula ante un virus que no entiende de yos sino de nosotros? Cualquier persona medianamente culta sabe algo que está inscrito en nuestra herencia filogenética, que nos viene desde la edad ancestral del hombre prehistórico y que es una de las razones de que existamos hoy día como especie: el apoyo mutuo es un mecanismo instintivo de supervivencia. Que alguien haga razonar a esos líderes anclados en el eslabón perdido, el primate a la espera de la chispa de la razón.

Diario de un Confinado 22 de Marzo del 2020

¿Tiene el hombre futuro? Eso se preguntaba Bertrand Russell en 1961, en plena guerra fría (que resultaba ser tórrida y amenazante hasta la pesadilla). El libro como muchas de las ideas de Russell ha quedado un poco obsoleto (no del todo) pero permite una lectura comparativa sumamente interesante en las circunstancias actuales. Me he quedado con un  par de frases que han provocado en mí algunas reflexiones. Una dice «En los estados de terror, la mayoría de las personas no piensan con sensatez sino que reaccionan de forma instintiva, animal», Y, contra  los que argumentaban a favor del uso del armamento nuclear de forma preventiva «antes de que los otros lo hagan», aun sabiendo que eso significaría el fin casi seguro de la Humanidad, Russell trataba de rechazar la razón que avalaba tal suicidio, según esos políticos norteamericanos, ingleses o rusos: «no se puede evitar: forma parte de la naturaleza humana». El pensador inglés escribía: «La llamada Naturaleza humana es, fundamentalmente, el producto de la costumbre, la tradición y la educación y que en los hombres civilizados, sólo una pequeñísima parte de ella depende del instinto primitivo».

Dejando aparte al poder político en España que reaccionó tarde y mal a la gestión y prevención de la crisis virus coronada, a pesar de los avisos en piel ajena, la ciudadanía -con deshonrosas excepciones- está dando ejemplos masivos de cooperación, asunción de precauciones y respeto a las medidas dictadas por un poder, que ahora ya sí -también con deshonrosas excepciones – trata de reparar activamente el mal causado por la desidia ejecutiva anterior. Por tanto ¿qué es lo que falla en nuestra Naturaleza para que se de una vergonzante alta suma de individuos insolidarios, estúpidos, irresponsables y que constituyen un peligro para el resto de la comunidad humana? La costumbre -envilecida y deformada por un estilo de vida basado en el interés del sujeto, en el consumo y en el valor del dinero-, la tradición…desaparecida u obsoleta y la educación, dirigida al conocimiento técnico, la praxis del provecho personal y la ausencia de valores éticos.


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